jueves, 27 de junio de 2013

Mi compañero de piso Erasmus 2

Nos despertamos por la noche, casi abrazados, con nuestras piernas entrelazadas, de lado con mi cabeza a la altura de su pecho. Me encontraba tranquilo. No era una felicidad absoluta ni era un arrepentimiento. Me encontraba bien, en confianza. Me sentía querido, más que con mi novia sorprendentemente.




Los días pasaron sin más encuentros, pero con los mismos mimos y cariños por parte de Daniel. Con gestos tontos, con peticiones de cocina y con miradas por parte de ambos. Yo continuaba con Sara, la verdad es que nuestra situación había mejorado un poco y la quería pero no era el mismo sentimiento que tenía por mi compañero de piso. Creo que por aquel entonces no quería a Daniel, simplemente me sentía bien estando con él, pero no sentía amor. Intentaba no rayarme con lo que había pasado. Tampoco quería convertirme en el sirviente de Daniel así que intentaba evitar nuestros encuentros y él tampoco intentaba forzarlos, así que los dos estábamos cómodos pero deseándolo.

La carne es débil, y el viernes de la semana siguiente, apenas 6 días desde aquella salida de fiesta, Daniel entró en mi cuarto con su típica sonrisa mientras yo estaba leyendo antes de dormir. Entró vestido únicamente con un bóxer blanco, bastante corto, bastante bajo (se le veía el nacimiento del vello púbico por encima de la goma) y bastante pegado, que abrazaba cada uno de los pliegues de su cuerpo como si fuera una segunda piel resaltando su espléndido bulto que parecía salirse del cuerpo. No hacía falta que me dijera nada para saber lo que quería.

Se sentó en mi cama y puso una mano sobre uno de mis muslos, apretándolo.

–¿Qué haces?– dijo sonriéndome con cara de niño tonto.

–Leyendo un rato, ¿y tú? ¿Estás aburrido?– dije como si no supiera que quería. –Yo estoy… otra cosa– dijo mirándose la única prenda que llevaba, no pude evitar sonreír – yo quiero dar a ti postre, ¿sí? Yo sé gustarte.

–Jajaja, seguro que no tiene nada que ver con que estés cachondo, ¿no? Lo haces por mí.

–Yo sólo pienso en ti, lo sabes, no puedo pensar en otra persona– decía, muy coquetamente como si estuviese enamorado de mí pero sonriendo, mientras se levantaba y se quitaba el bóxer.

Yo ya me estaba echando para la parte de los pies de la cama para hacerle hueco. Mi mirada se deslizó por toda su anatomía, empezaba a verlo atrayente, atractivo. Su grueso pene empezó a balancearse en cuanto quedó libre, mientras se sentaba en la cama con la espalda apoyada en la pared y las piernas bien abiertas. Sus huevos pesados se rozaban con su fino vello rubio el colchón y encima de ellos descansaba su polla pesada y gorda con su punta besando la sábana, ya no completamente dormida y coronada por vellos rubios que escalaban hasta su ombligo y de ahí hasta su pecho donde volvían a multiplicarse y expandirse.

No sé por qué pero mi mirada se fijó en sus pies y me incliné, empezando a besárselos, tenía un suave olor que embriagaba y yo no podía deshacerme de él. Los besaba, los lamía, me metía un dedo en la boca y lo lengüeteaba. Empecé a subir por su pierna, lamiendo y mordiendo, quedándose parte de sus pelos rubios pegados en mi boca, pero dándome igual. Su muslo era duro y pero la piel era más sensible en la cara interior por lo que seguí ese camino. El olor de sus genitales empezaba a llegarme a la nariz suavemente a medida que su vello se hacía más abundante y oscuro, guiándome a mi destino. Cuando finalmente llegué a su ingle, mi lengua saltó de su muslo a su miembro, besando la base donde brotaba su gran pene de entre el vello. Noté un pálpito de su polla cuando mis labios hicieron contacto y vi como la cabeza saltaba hinchándose de sangre. Empecé a subir por su verga rápido, lamiéndola, quería tenerla en mi boca antes de que se pusiera completamente dura.

Abrí mi boca todo lo que pude y me introduje la polla sin tocarla hasta que su cabeza chocó con la entrada de mi garganta, entonces cerré y noté su suavidad en toda mi boca. Me quedé un momento ahí sintiéndola y saboreándola. Subí y baje lentamente dejando la piel brillante a mi paso. En un par de minutos su polla estaba completamente erguida. Me estaba volviendo adicto a esa polla, a su sabor y a su aroma a hombre. Le besaba y le lamía la cabeza descubriéndole el glande parcialmente cubierto por el prepucio. Me dediqué a esa zona durante un tiempo y luego empecé a subir y a bajar su tronco. Una de mis manos masajeaba sus peludos huevos y la otra exploraba el cuerpo del alemán. Subía y acariciaba los duros abdominales, notando sus contracciones producidas por mi mamada. Sus grandes pectorales subían y bajaban con su respiración. Una de sus manos acariciaba mi cabeza y cara ayudando a llevar el ritmo que él quería, la otra estaba detrás de su cabeza descubriendo una axila con fino vello castaño claro. Se fue recostando hasta casi quedar acostado en la cama.

Él gemía bajito, intentando no ser escuchado por el resto del piso. Me decía cosas como, “Tú chupas muy bien”, “Tu lengua es caliente” y “¿Te gusta salchicha alemana?” sonriendo y riéndose de sus ocurrencias. Yo cada vez que lo oía suspirar hacía más esfuerzos por hacerle sentir placer. Me sujetó la cabeza con su mano y empezó a mover sus caderas follándome la boca. Después de un rato durante el que mis babas habían empezado a caer sobre sus huevos y mis ojos empezaban a estar llorosos por el esfuerzo me dejó volver a mamársela tranquilamente. Finalmente, gruñendo como un animal y sujetando mi cabeza contra su polla se corrió abundantemente en mi boca. Yo me tragué lo que ya consideraba mi comida favorita.

Me quedé lamiéndole la polla suavemente mientras ésta se ablandaba entre mis labios. Él aún estaba recuperando la respiración. Frotándome contra el colchón yo ya me había corrido y él lo notó. 

–¿Gustar mucho chuparme?– Me preguntó con su cara aun roja por el orgasmo.

–Sí– dije sacando su polla de mi boca. Ya no sentía que hubiera ningún motivo para mentir. Descansé mi cabeza en un lado de su cadera mientras le daba un beso al glande.

– Quiero tú cada noche chupas ¿por favor?– Me propuso con una sonrisa blanca, como si propusiera la cosa más normal del mundo.

–Vale pero sólo si no está Sara y tiene que ser un secreto, ¿vale?– acepté, era débil y no podía evitarlo. Me gustaba chuparle la polla a un chico y no tenía que alarmarme por eso, era bisexual y eso estaba bien. Él se limitó a sonreír de oreja a oreja. Se le veía que le encantaba la idea de tener a un mamón personal.

El día siguiente pareció todo normal, como siempre. Excepto que en cuanto me vio en el baño, Daniel me dio un beso en la mejilla al darme los buenos días. Me pareció raro pero no me disgustó, al contrario me pareció tierno, yo estaba demasiado dormido para pensar en ese momento, así que me metí en la ducha sin más miramientos.

Después de cenar me fui a mi habitación mientras Daniel y Kazim lavaban los platos. Cuando ya estaba leyendo en mi habitación recibí un Whatsapp. Al mirarlo vi que era del alemán “Ven a mi habitación, please” ¡Qué raro! Pensé, pero ya supuse lo que quería. Al entrar a su habitación vi que tenía cara de haber hecho alguna travesura… Es que era como un niño, se le notaba todo. Estaba tapado con su edredón, acostado. Ya no había dudas.

–¿Me das las buenas noches?¿Porfa?– dijo a la vez que con un brazo levantaba el edredón y dejaba ver que estaba desnudo dentro de su cama y con la polla morcillona. No lo dudé, era como habíamos quedado, pensé deslizándome entre sus piernas y debajo del edredón empecé a chupársela.

Esa es la forma en la que mi compañero de piso empezó a utilizarme a diario. Normalmente yo entraba en su habitación cuando él se iba a dormir ya, me avisaba por Whatsapp o iba yo por intuición. Se la chupaba y cuando se corría en mi boca y ya la tenía limpia se dormía como un tronco y yo me iba a mi habitación. Creo que eso era lo que más le gustaba, poder correrse y dormirse inmediatamente, sin ningún tipo de problema. La verdad es que pensaba que él también podría hacerme algo a mí pero como yo ya tenía una novia que me dejaba follármela y me la chupaba de vez en cuando me di por satisfecho. Me gustaba cuidar de él.

Con el tiempo Daniel me enseñó a chupársela como a él le gustaba, el ritmo que tenía que llevar, cuando parar para interrumpir el orgasmo, cómo chuparle los huevos y el perineo y a pellizcarle y besarle los pezones. Él se limitaba a disfrutar y a dejarse hacer. Mientras yo aprendía a satisfacerlo y a aceptar mi nuevo rol. Un día durante una de mis “buenas noches”:

–¿Pruebas toda dentro?– mientras sonreía con su sonrisa blanca y lo intenté. Pero fallé miserablemente cuando su gorda cabeza intentó atravesar mi campanilla. Ya lo había intentado pero parecía imposible. La siguiente acometida, el alemán sujetó mi cabeza e hizo un poco de fuerza, y pese a que parecía que mi garganta iba cediendo, su cabeza no pasó. Me saqué su polla llena de babas y respiré profundo. Volví a intentarlo, quería tenerla toda dentro, quería que complacer a Daniel. Haciendo un esfuerzo e intentando abrir mi garganta el gordo glande traspasó mi campanilla y se introdujo en mi faringe. Lo estaba consiguiendo, notaba una arcada producida por lo dilatada que tenía la parte de las anginas y campanilla y como mis ojos se humedecían por el esfuerzo. Pero no me importó, intenté acabar de devorar esa bestia de carne. Así que empujé mi cabeza hacia abajo hasta que noté como mi nariz se hundía entre el rubio vello púbico y mi barbilla entraba en contacto con su escroto. Él ahogó un gemido y sujetó con sus dos manos mi cabeza cuando notó la totalidad de su grueso miembro en mi cavidad bucal. Yo me quedé unos segundos ahí hasta que la necesidad de aire me hizo levantarla, sacando la polla brillante y llena de mi saliva. Así fue como aprendí a hacer un garganta profunda a Daniel.

–Eres el mejor, tienes esto estrecho– decía mientras se pasaba la mano por la garganta.

Esa noche me acostumbré a dejar pasar su glande por mi garganta, aunque me costaba bastante. A la tercera vez que conseguí meterla entera fue demasiado para Daniel, que se corrió con mi cabeza sujeta por sus manos y su polla en lo más profundo de mi garganta. Por lo menos 6 chorros de espesa leche entraron en mi garganta. Y como novato que era me atraganté con ellos y empecé a toser. Bueno, hubiera empezado de no tener enterrado un pene dentro. Me lo saqué y entonces tosí. Parte de la corrida se había quedado en su verga así que cogí y la limpié de arriba abajo, mientras ella palpitaba aun del orgasmo

–Esta ha sido la mejor… chupas muy bien Ángel– dijo con la voz entrecortada, pero con una sonrisa en su (y mi) cara roja por el esfuerzo y acariciándome el rostro.

A partir de ese momento las mamadas empezaron a ser un poco más profundas. Cuando ya estuve acostumbrado a que su miembro traspasara mi garganta y a tragarme su semen desde ahí, Daniel empezó a incluir alguna follada de boca a sus peticiones. Normalmente se la empezaba a chupar en su cama pero si quería follarme la boca me decía que me acostara boca arriba. Así que yo quedaba con la cabeza a medio colchón y mis piernas cayendo a los pies de la cama. Él se ponía como si fuera a hacer flexiones encima de la cama, con las piernas separadas para que mi cuerpo cupiera. Yo todo lo que podía ver era su vientre con cada uno de los abdominales marcados y su vello rubio que se acercaba y separaba de mi cara. Notaba los golpes de sus huevos en mi barbilla. Nunca llegó a hacerlo muy fuerte, nunca me hizo herida y casi siempre me dejo respirar. Aunque le gustaba ser un poco cabrón a veces y dejar la polla unos segundos dentro. Otras veces me ponía de rodillas y él de pie para que me cogiera la cabeza y me follara la boca tranquilamente.

Y después de llevar un mes o por ahí chupándole la polla a diario, Daniel también me empezó a sugerir que le chupara el culo. Aquello no me disgustó para nada, su culo era perfecto y me encantaba besarle y morderle las duras nalgas para después comerle el agujerito que olía a hombre. Su culo me volvía loco, cubierto de fino vello rubio casi invisible se levantaban dos grandes balones de músculo prieto con sus dos hoyuelos a los lados. Alguna mañana cuando lo veía en el baño me agachaba y le daba un mordisco en una nalga. Su reacción normalmente era darme un capón amistoso y decirme que “ahora no” riéndose.

Cuando se la estaba mamando un día y alternaba con su culo empecé a masajearle con un dedo la entrada, quería darle placer pero no sé si estaba cómodo con él o no, no hizo ningún comentario al respecto. Cuando se iba a correr metí mi dedo intentando darle placer, y aunque se corrió no noté ningún comentario para que pareciera que le encantaba. Lo volví a hacer contadas ocasiones, pero nunca hubo una respuesta positiva al respecto.

Dani ya me tenía a su disposición el 80% de mis noches. Cuando llegaba del gimnasio se metía en la cocina para ver que había de cena pero después me utilizaba para que le diera masajes en la espalda y pies para relajarle los músculos. Después le ayudaba a hacer los deberes de las clases de español a él y a Kazim. Me había convertido en su asistente a todos los niveles. Por mi parte me estaba enamorando de él o al menos mi atracción sexual hacia él era mayor. Me encantaba su olor, su forma de ser como si fuese un niño pequeño grande y tonto. Su cuerpo que casi no había percibido el primer día ahora me parecía perfecto. Desde sus ojos oscuros hasta su piernas duras y cubiertas de rubio vello, pasando por sus marcados abdominales, su ancho pecho y sus axilas cubiertas de vello bajo los gruesos brazos. Sentía una mezcla de querer ser como él y querer estar con él.

La relación con el resto de compañeros del piso había cambiado un poco. Sabían que yo tenía debilidad por Daniel. Raúl incluso bromeaba con que éramos novios, incluso se lo decía a Sara, pero ambos se lo tomaban a broma desde que no sabían de mis visitas a la habitación del germano. Si ellos supieran lo que hacía… jejeje

Con Kazim la relación parecía no haber cambiado, él seguía siendo amigo de todos y era feliz con saber qué había de cena. Se había echado una novia (novia Erasmus, poco seria) así que pasaba algunos días fuera de casa. Pero su opinión acerca de mí cambió. Un día cuando estábamos los tres haciendo el capullo en el piso antes de salir de fiesta, íbamos bastante bebidos, cuando empezamos a jugar a “Yo nunca”. Sí, es un juego de adolescentes pero íbamos lo suficientemente borrachos para jugar. La cosa fue normal hasta que Kazim dijo riéndose:

–Yo nunca he chupado una polla– dudé, pero yo bebí y esperaba que Daniel también lo hiciera, pero no, no lo hizo. Los ojos de Kazim empezaron a abrirse y la boca se le cayó al suelo (figurativamente). Intentó hacerme más preguntas al respecto pero yo no respondí y continuamos jugando. Cuando le volvió a tocar a él:

–Yo nunca he chupado una polla en este mes, en este piso– me pareció trampa, pero bebí. Daniel solo se reía de mi cara de apuro y la de sorpresa de Kazim. El musulmán parecía no poder creerlo. Yo quería parar de jugar pero ellos quisieron continuar. Pensé que ya daba igual. La siguiente pregunta de Kazim fue al grano:

–Yo nunca le he chupado la polla a nadie de los presentes– se hizo el silencio, nadie se movía. Pero haciendo acopio de valor, levanté la copa hacia Daniel y bebí, no era como si pudiera haber dudas. A partir de ahí Kazim se convirtió en un huracán de preguntas y aspavientos. Esa noche al final no salimos y nos quedamos en casa hablando, Dani y yo le contamos todo lo que había pasado y la relación que teníamos. A Kazim, sorprendentemente, le pareció genial; yo al menos esperaba otra reacción de un musulmán, pero él era muy abierto para esas cosas.

Las cosas parecían normales hasta que un día vinieron los dos discutiendo en alemán mientras yo cocinaba. Les pregunté qué pasaba, resulta que estaban discutiendo sobre si podría tragarme la polla de Kazim entera o no, en mi cabeza pasó un “¿Qué coño…? ¿Y lo dicen como si nada?”. Daniel decía que sí pero Kazim afirmaba que tenía la polla más grande que el rubio y que yo no podría. Todo esto me parecía una mentira, todo lo que querían es que se la chupara a Kazim. No me hacía mucha gracia que me hubieran metido en esta trampa pero me dejé convencer. Y al final de su explicación dije: 

–Vosotros lo que queréis es que se la chupe a Kazim– Kazim se puso rojo y Daniel intentó disimular una sonrisa. Al final y después de negociar y no negociar Daniel me convenció para que esa noche se la chupara, pero si conseguía comérsela entera, Kazim tendría que estar una semana cocinándonos la cena a los tres.

Para hacer la historia corta, Kazim la tenía unos 3–4cm más grande que Daniel, 23cm de pollón circuncidado árabe con dos huevos igual de grandes pero colgando más abajo, aun así, por suerte, no era tan gorda como la del ario. Su cuerpo no tenía ni un gramo de grasa, puro musculo, pequeño pero prieto y apenas tenía vello en el tronco superior, solo en las piernas, genitales y las axilas donde era mucho más denso y duro que el de Daniel. La mamada fue un poco tensa al principio y me sorprendió la diferencia de olor y sabor de Kazim, aun así no me desagrado y con un poco de esfuerzo por mi parte y algo de paciencia conseguí mi propósito sellando mis labios en la base de esa cimitarra árabe y le hice la mejor mamada posible con lo que había aprendido con Daniel. Acabó la mamada acostándome en su cama con la cabeza colgando y follándome profundamente la boca mientras sus huevos golpeaban mi nariz. Se veía que le gustaba putearme un poco. Se corrió en mi garganta abundantemente entre gemidos y convulsiones mientras me llamaba puta y chupapollas.

Kazim afirmó, con la voz entrecortada, mientras salía de mi garganta, que había sido la mejor mamada de su vida, cosa que me hizo sentirme extrañamente orgulloso. Le limpié la cabeza de la polla con espasmos por su parte y luego me fui a mi habitación donde Daniel estaba esperándome desnudo, durmiendo en mi cama. No quise despertarlo así que me metí con él en mi cama con la intención de no despertarlo pero nada más taparme con el edredón noté sus brazos rodeándome y sus labios besándome el cuello. Y así nos quedamos dormidos.

a23roig

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