domingo, 2 de junio de 2013

Hermanos de semen






Había cambiado los finos rizos de Marta por el pelo moreno a lo Superman de mi hermano Pablo. Era sábado, hacía justo una semana que mi novia me había dejado y ahora mi hermano intentaba animarme y convencerme para que saliera con él y sus amigos. La verdad es que con 19 años te afecta todo, pero mi hermano Pablo tenía 21, solo 2 más y no sé como lo hacía pero nunca le afectaba nada y todo le salía bien. Envidiaba a mi hermano pero también era mi ídolo.


– Venga Dani, vente, hoy voy a intentar follarme a Andrea si se deja, yo creo que hoy cae… – hizo una pausa pícara – y tiene una amiga que está muy buena, yo haré que la conozcas que lo necesitas – sonreí animado – lo malo es que solo me queda un condón – rió a carcajada y me hizo reír a mi.


Aunque solo había estado unos meses con novia, ya no sabía como se vestía uno para salir a ligar. Me arreglé todo lo que pude, pero vi a mi hermano superguapo y me sentí como el hermano pequeño que soy. Seguro que él podía tener a muchas chicas… fuimos en su coche. Sus amigos Marc y Jose eran divertidos, me reí un montón esa noche. Andrea no apareció por allí así que mi hermano se dedicó a arrastrarme a cazar chicas, pero al final no hubo ninguna presa. Todos bebimos mucho, pero sobretodo yo, o al menos yo parecía el más borracho.


Volvíamos a casa tarde, conducía mi hermano, dejó a los amigos en sus casas cuando íbamos a la nuestra le pedí que diéramos un vuelta o que tardáramos un poco más porque no quería entrar a casa en ese estado. El insistió en que no se darían cuenta nuestros padres, pero yo no quería y al final paró en un parque a las afueras a esperar que se me pasara un poco. Estábamos medio dormidos, apoyé mi cabeza entre su asiento y su hombro porque me mareaba menos. El reclinó un poco su asiento para descansar mejor y mi cuerpo se volteó.


Ahora mi cabeza había caído sobre su vientre de gimnasio. Pude percibir un enorme bulto en su pantalón y sin saber porqué me puse nervioso y me excité al mismo tiempo. No sabía si levantar mi cabeza de allí mientras notaba mi pene crecer en el interior de mis boxers. Joder! Mi hermano tenía una erección tremenda y yo estaba reaccionando igual. Nunca hubiera imaginado tener tremenda erección yendo borracho como iba.


– ¿Cómo va el mareo? – preguntó mi hermano. No respondí y él acarició mi cabeza levemente para que me percatara de su pregunta por si me había dormido. – ¿Dani? – volvió a preguntar, pero yo no quería romper con palabras la magia que sentía.


Unos minutos después yo movía mi cabeza muy suavemente casi frotando mi mejilla cerca de su bulto. Pablo respiraba como dormido. No sé bien si yo quería saber que pasaría o si no sabía lo que hacia pero me acaricié el pelo dejando caer la mano lentamente sobre su bulto caliente. Mi hermano no se inmutó y me entraron unos incomprensibles deseos irrefrenables y lujuriosos.


Estaba confuso, pero lo hice, mi mano frotaba suavemente aquel bulto deseoso de encontrar sexo y aunque no le veía la cara, él seguía como dormido. Seguí acariciándole por encima del pantalón muy suavemente imaginando toda clase de cosas. Creo que estaba dispuesto a ser la Andrea que él no había tenido aquella noche y solo pensaba en lo extrañamente excitado que me sentía.


De repente movió sus brazos y como un acto reflejo, me detuve y aparté la mano con un miedo intenso. El corazón me dio un vuelco y el silencio se rompió cuando su mano bajó lentamente el cierre de su pantalón y apartando los bóxer ayudó a su polla a asomarse delante de mi cara. Seguidamente reclinó el asiento un poco más y se quedó en silencio. Tremendamente sorprendido y sin mirarle acerqué mis labios hasta la punta de aquel trozo de carne grueso y caliente. Mi lengua saboreo tímidamente la suave piel de su polla y sin pensarlo dejé que mi boca explorara aquel tamaño.


Mi hermano respiró fuerte cuando me la metí en la boca. Moví mi lengua con su polla en el interior durante unos segundos y entonces empecé a mover mi cabeza levemente recorriendo su carne con mis labios y lengua. Pronto me encontré en el más perverso de mis deseos; estaba mamándole la polla a mi hermano. Le oía respirar entrecortadamente. Me incorporé un poco y me ayudé de la mano para masturbarle mientras mamaba. No solté su polla de mi boca ni un momento y cada vez se lo hacía más rápido. Hasta yo me sorprendí.


– ¿Puedo correrme en tu boca? – preguntó muy despacio, después de un gemido y con su mano dirigiendo el movimiento de mi cabeza. Yo seguí a mi ritmo para no parar, era obvio que yo lo quería, ya que estaba haciendo algo que aún no me creía, quería hacerlo bien. No pasó un minuto cuando ahogó un gemido entre sus dientes, entonces yo le apreté la polla hacia abajo y me quedé quieto.


Un chorro de semen inundó mi boca, tuve miedo de tragar y en el segundo tuve que liberarme. Aparté mi boca tragué y cayó un poco de semen en el asiento y las siguientes salidas cortas de semen cayeron sobre mi mejilla. Nos limpiamos con unos pañuelos de papel que llevaba en la guantera y le pedí disculpas por ensuciar su asiento, porque sabía que él apreciaba mucho la tapicería de su coche, pero no se enfadó. Más o menos una hora después volvimos a casa sin decir nada. Antes de acostarme, me masturbé en el baño imaginando como sería follar con mi hermano.


Aunque me costara comprenderlo, me gustaba lo que había ocurrido pero también tenía miedo, miedo de que se enterara alguien y miedo de saber que pensaría al día siguiente mi hermano. Me había gustado hacerle disfrutar y quería hacerlo más, pero no sabía que pensar sobre mi sexualidad. Apenas pude dormir y creo que él tampoco. Su cama estaba en la misma habitación a un metro de distancia de la mía. Le oí dar vueltas toda la noche. Creo que por el cansancio al final dormí un poco.


Era muy tarde cuando me desperté, mi hermano no estaba en su cama. Y como casi todos los domingos, seguramente mis padres se habrían ido a pasar el día con los vecinos en su chalet y nos habrían dejado comida en el microondas. Me levanté y fui en boxers y calcetines hasta la cocina a beber agua. Cuando llegué a la puerta vi a mi hermano en chándal comiendo un sándwich. Nos miramos a los ojos unos segundos en silencio. Después su mirada me recorrió hasta abajo y volvió a mis ojos. – Dani… – dijo Pablo. – No digas nada – le interrumpí. Bebí agua y me fui a la ducha.


Me sequé y salí de la ducha completamente desnudo. Volví a la habitación y me acosté de nuevo. Estaba boca abajo cubierto por una sábana que a los cinco minutos voló dejándome al descubierto. Era mi hermano. – Lo siento hermanito, pero quiero más, esta mañana me he hecho una paja pensando en ti, no puedo estar así… – dijo casi triste. Le miré sin moverme. Pablo estaba sin camiseta y con la polla morcillona y grande fuera del pantalón de chándal, tocándose lentamente. – Hazme lo que quieras… – dije en voz baja.


Mi hermano salió de la habitación y cuando volvió yo no me había movido un milímetro. Seguía desnudo boca abajo con las piernas medio abiertas y flexionadas mostrándole mis genitales contra la cama y su deseada entrada trasera. Lo que iba a dejar que ocurriera era demasiado para dos hermanos como nosotros pero yo también lo deseaba, deseaba que ocurriera con la máxima intensidad. Mi hermano ya estaba completamente desnudo al volver y traía unas bragas de color violeta de puntilla de nuestra madre. Me cogió por los pies y me las subió hasta ponérmelas.


Yo seguía igual sin moverme, dejándole toda la libertad que pronto se cogió. Se acuclilló sobre la cama, conmigo entre sus piernas y empezó a frotar su rabo cada vez más duro sobre las bragas de mi culo, mientras me frotaba la espalda hasta el cuello con las manos. Cerré los ojos. Cogió mis brazos y los tiró a mi espalda sosteniéndome cautivo. Percibí que apartaba tela de mi trasero y sentí mi pene crecer morbosamente. Un pequeño atisbo de saliva o algo mojado cayó en mi agujero y su dedo jugó repetidas veces hasta entrar delicadamente.


Yo no le miraba. Me llevó una mano hasta su polla dura para sentir como corría el condón hacia atrás en todo su tamaño. Ahora su polla engomada anunciaba su entrada. Sentí como se deslizaba hacía adentro, pero no me relajé lo suficiente. Tuvo que mantener la punta en mi agujero, masajear mi ano y embestir muy suavemente repetidas veces. Alguna dolió pero ya estaba adentro, sentía la polla de mi hermano más enorme que nunca dentro mi culo. Era una sensación muy morbosa sentirme vestido solo con unas bragas de mi madre que mi hermano me penetrara como si fuera una puta suya. Lo sentí así y quería serlo.


Sentí mi erección crecer fuera de las bragas y contra la cama. Casi me dolió, pero la sensación que provocaba Pablo en mi interior al moverse hacia adentro y hacia fuera anulaba cualquier otra descripción. Me apretaba fuerte de las nalgas y estaba empezando a tomar ritmo cuando sentí mi pubis caliente. Gemí de forma ahogada con la almohada. El orgasmo fluyó rápido en mí. Apenas me había penetrado cinco minutos y me había corrido de las ganas que sentía y la sensación que me provocaba.


Pablo se echó sobre mi, su pecho estaba sobre mi espalda, sus brazos me atraparon por debajo de los míos y sus piernas más abiertas que las mías me aprisionaban. El ritmo ahora tremendo, mi cama nunca había hecho tanto ruido. Las embestidas eran cada vez más fuertes y rápidas. Sentía el calor de mi hermano, su respiración fuerte y todo su morboso deseo recorrerme saliendo y entrando una y otra vez. Diez minutos, quizá poco más fue lo que tardó en correrse dentro del condón y dentro de mí.


Mi interior estaba caliente. El aún estaba dentro. Se quedó quieto ahogando el último gemido, apretándome fuerte sin soltarme. Mi hermano me había follado como a una puta, tenía lo que él quería y yo se lo había dado con placer.


Seguía sobre mi cuando su cara rozó mi oreja, salió de mi interior y se ladeó un poco liberándome. Mi cabeza también se ladeó buscando mirarle pero antes mi nariz rozó se pegó a su mejilla, sus labios rozaron mi cuello y entre ligeros roces nuestros ojos se encontraron. Adoraba los ojos marrones de mi hermano, eran más claros que los míos, eran casi miel. Creo que nunca los había tenido tan cerca.


Podía sentir su respiración mezclarse con la mía y el calor de sus labios a escasos milímetros de los míos. Unos segundos eternos nos mantuvieron recorriendo nuestras miradas inquietas, atravesándonos con la mirada de la realidad que teníamos entre nosotros. No pude resistirlo, mi lengua mojó mis labios y se abrieron lentamente buscando besar a mi hermano. Era más guapo que nunca después de follarme. Pablo no se movió, pero acercarme esos milímetros fue eterno.


Apenas rocé su boca cuando oímos unas llaves rodando en la puerta de casa. El corazón me dio un vuelco, Pablo saltó de la cama y empezó a vestirse como loco. Yo no sabía que hacer, estaba nervioso, así que decidí cubrirme con la sábana y hacerme el dormido. Mis padres habían llegado y con ellos mis inquietudes más grandes sobre lo sucedido. Mi madre se detuvo en la puerta de la habitación me vio dormido y siguió. Pude escuchar a mi hermano hablando con mis padres en el salón y viendo la tele durante un rato.


Al poco rato me levanté y me di una ducha, era casi hora de cenar. Cenamos. La cena transcurrió tranquila como siempre, con la diferencia de que ahora mi hermano me follaba y no se me iba de la cabeza. Me sentía bien, mi hermano cenaba a mi lado como siempre y mis padres enfrente, al otro lado de la mesa cuadrada. Veíamos las noticias y discutían sobre política mientras cenábamos cuando noté la mano de mi hermano adentrándose entre mis piernas rozándome los genitales por encima del pantalón.


Inconscientemente abrí más las piernas para dejarle hacer y el agarró fuerte mies huevos y no pude evitar dar un pequeño sobresalto. La mano de mi hermano volvió fugaz a la mesa y se rió entre dientes. – ¿Ocurre algo chicos? – preguntó mi madre. Si lo supiera… no sé porque al pensar eso se me subieron un poco los colores. – No, nada – respondí levantándome y yendo al baño para tranquilizarme. Me encontraba absorto mirándome en el espejo del baño cuando apareció mi hermano.


– ¿En que coño estás pensando? – pregunté entre confuso y enfadado.

– En que polla estoy pensando – aguantó su risa.

– Para mi no es risa, me pongo nervioso y no sé como llevar esto – dije asustado.

– Vaaale, vaaale… – me abrazó y dejé que lo hiciera – perdona, es que no sé que me pasa, creo que me estoy obsesionando contigo – me susurró.


No hablamos más. Volvimos a la mesa y la cena transcurrió muy cotidiana. Pablo se fue pronto a dormir, al día siguiente sería lunes y él tenía un trabajo por las mañanas, se levantaba muy pronto. Yo estuve viendo la tele un rato con mis padres hasta que tuve sueño. Era tarde, mi padre se había acostado también y mi madre se quedó viendo la tele un poco más. Cuando llegué a la habitación no encendí la luz para no despertar a mi hermano. Me quité la ropa y me acosté solo con los bóxer.


A los pocos minutos me di la vuelta y mis ojos, acostumbrados a la oscuridad dibujaron a mi hermano acostado de lado mirándome. La sábana solo cubría su muslo y estaba desnudo masturbando muy lentamente su pene ya duro. Suspiré. Mi hermano se levantó poco a poco para no hacer ruido, cerró la puerta de la habitación, se arrodilló al lado de mi cama y mirándome me acarició el pelo. Vi un brillo en sus ojos en medio de la oscuridad y de repente sus labios encontraron los míos. A pesar de lo que había deseado ese beso, al principio no reaccioné pero su boca me ayudó.


La puerta se abrió, pero mi hermano fue lo suficientemente rápido para apartarse de mi boca, pero se quedó en el suelo entre las dos camas. – ¿Qué hace la puerta cerrada? Os tengo dicho que… ¿Qué haces en el suelo Pablo? – la pausa de 5 segundos esperando respuesta para mi fue eterna. – Se me cayó el reloj, mamá. – mi madre no dijo nada, dejó la puerta abierta, apagó todas las luces y se fue a dormir. Pablo y yo quedamos en silencio, cada uno en su cama.


El sabor dulce del deseo de besar a mi hermano me rondaba y no había podido terminar. – El corazón me va a mil – dijo Pablo en voz baja. Yo no respondí. – ¿Dani? – y yo estaba al lado de su cama. Puse mis labios sobre los suyos y nos besamos lentamente, cada vez con más fuerza. Mi hermano apartó su sábana y me colé encima de él, encima de su polla dura mientras le besaba. Lo hacíamos muy despacio, sabíamos que nos podían oír. Mis testículos aprisionados en los bóxer se frotaban contra su palo adelante y atrás. Nuestras lenguas enredadas buscaban pasión. Era un beso dulce en la oscuridad, la única forma en que Pablo se atrevería a hacerlo.


Seguimos besándonos muy lento y frotando nuestros sexos muy despacio hasta que pudiéramos estar seguros de que nuestros padres dormían. Entonces le permití que apartara una nalga de mi bóxer y que su polla jugara a buscar la entrada. Me separé de sus labios cuando noté mi agujero apunto de ser penetrado. – Yo también quiero sentirme dentro de ti – le dije besándole el cuello. No respondió, pero yo sabía que tenía sus dudas, que no se sentía preparado y me rendí a ser suyo una vez más. Le ayudé a hundir aquel mástil poco a poco.


Casi se me había olvidado la sensación y tan solo habían pasado unas horas. Empezamos a movernos muy lentamente. Sentí el placer exquisito y también el dolor agudo de no lubricarme bien. Volví a besar a mi hermano y todo se volvió calentura y sexo reprimido que luchaba por ser desenfrenado pero sin ruido. Sentía toda su polla al natural entrando y saliendo. – No llevas condón, no te corras dentro ¿vale? – susurré entre mi respiración cansada. Fue decir eso y en pocos segundos su polla liberó mi agujero y empezó a chorrear borbotones de semen entre mi espalda y mi nalga descubierta.


Encendimos la luz naranja de la mesilla y de un de los cajones sacamos pañuelos de papel para limpiarnos. Cada uno a su cama tan feliz. Yo no me había corrido esta vez, pero dormí como un chiquillo esperando el caramelo nuevo del día siguiente.


Era lunes a mediodía. Volvía de comprar un encargo de mi madre cuando me encontré con Marta. Marta la víbora. Marta la hija de… así es como la había llamado los último días, pero la miré y no me sentí cabreado. Nos sentamos en un parque y hablamos de cómo nos iba hasta que ella desvió la conversación. Estaba arrepentida de haberme dejado y quería saber si aún sentía algo por ella. La verdad es que extrañamente no me provocaba ningún sentimiento bueno ni malo pero no le dije nada. Ella quizá pensó que no decir nada era positivo e intentó acercarse para que la besara.


En ese instante mi hermano pasaba por allí, se acercó y empujó a Marta. – ¿Qué haces? ¿Qué quieres joder a mi hermano otra vez? – Marta se quedó blanca y sin saber porque la defendí. – Déjala que no pasa nada – empujé a mi hermano atrás y este me soltó un puñetazo que esquivé pero me dejó rojo el pómulo de la cara. Le miré a los ojos y le vi rabioso. Respiraba cansado, me miró, la miró a ella y se fu sin hablar. – ¿Qué coño le pasa a tu hermano? – preguntó Marta. – No lo sé… – respondí fálsamente.


A mediodía Pablo y yo no hablamos, mientras comíamos mis padres preguntaron por lo que tenía en la cara, pero mentí. Les conté que había discutido con Marta y que da la rabia no había visto a un niño con una bici y nos habíamos caído los dos. Y cuando terminamos de comer nos sentamos todos delante de la tele y mi madre aprovechó para sacar un tema delicado. – ¿Alguien me puede explicar que hacía un preservativo usado y mis bragas violeta debajo de la cama de Dani? – mi padre hizo cara de saberlo. El silencio fue sepulcral durante un momento, pero finalmente mi hermano dijo que había invitado el domingo a una amiga cuando ellos no estaban y sin explicar ningún detalle más se enfadaron bastante con él. Le iban a prohibir salir un tiempo hasta que recapacitara sobre lo ocurrido.


Mis padres se fueron a trabajar y teníamos unas cuatro horas antes de que volvieran. Creo que los dos teníamos lo mismo en la cabeza y pensamos en saltarnos las clases. Aún así seguíamos sin dirigirnos la palabra desde su puñetazo. Nos recostamos cada uno en un sofá viendo la tele. – Oye, perdona por lo de antes… y gracias por n contárselo a papá y mamá – dijo Pablo finalmente. Le miré solamente asintiendo con la cabeza. – Oye ¿no vas a clase? – volvió a preguntar – ¿Y tú? – pregunté yo. Hizo un gesto de indiferencia con los hombros. – ¿En que piensas? – yo ya lo sabía, pero lo pregunté igualmente.


Mi hermano se acercó y me susurró – en ti… – mientras su mano se deslizaba entre mis piernas hacia debajo de mi culo acariciándolo sobre el pantalón. Estábamos dándonos besos cortos cuando dije – ¿Sabes? Estos días me duele – mi hermano no le dio importancia – Eso te lo curo yo ahora – dijo de forma divertida desabrochando mi pantalón y sacando mi pene afuera. ¿Iba a chupármela?. Me sorprendí. Efectivamente su lengua acarició mi punta y poco a poco fue metiéndola en su boca. – ¿Sigue doliéndote? – pregunto de forma pícara. – Lo decía en serio hoy tenía un poco de sangre cuando fui al baño – Pablo se asustó.


Después de discutir un rato me convenció para que fuéramos al médico ahora que no estaban nuestros padres. Lo vi como una buena idea y fuimos. No había gente en la consulta y nos atendió enseguida el Dtor. García. Mi hermano esperó fuera y después de comentarle el asunto me hizo acostar en una camilla para un examen rectal. Tenía las manos grandes y frías. Me sentí avergonzado cuando me di cuenta que estaba con las piernas abiertas y en alto mostrándoles los genitales y el ano al médico.


Sus guantes de látex se untaron con algo viscoso y sus dedos jugaron en mi ano para relajarlo mientras me hablaba de forma calmada para que no me pusiera nervioso. Algún aparato metálico con luz examinaba ahora mi delicada entrada. No sé si por sentirme tocado por un extraño o por otra razón, pero m excité mínimamente aunque no quería. Mi pene creció un poco. El doctor García se percató, sostuvo mi pene con una mano y lo soltó sonriendo – Eso es normal, chaval – me guiñó el ojo.


Me dejó vestirme de nuevo, me preguntó seriamente si tenía relaciones sexuales anales y yo me quedé blanco. – Da igual, no respondas – dijo el doctor para despreocuparme – si juegas por ahí lubrica bien la zona, como solo es una pequeña fisura en la entrada, ponte esta pomada cada noche en la zona exterior – asentí con la cabeza obedeciendo – ya sabes que conozco a tu padres… – me asusté – no les diré nada, tranquilo, pero me gustaría que volvieras en un par de semanas para asegurarnos de que todo está bien ¿vale? – me guiñó el ojo de nuevo. Sonreí aunque lo único que me pasó por la cabeza es que el doctor ese era muy grande debía tener un pollón. Sonreí más.


Cuando salí le conté todo a mi hermano, fuimos a casa y por el camino le dije – Creo que estoy pervertido me imaginé la polla de ese doctor – mi hermano rió a carcajada – ¿Pues sabes que pensé yo el otro día? – le miré extrañado – ¿Nuestro padre la tendrá muy grande? – reímos los dos como niñatos haciendo bromas. – Bueno, bueno, me he puesto cachondo otra vez, vamos que me debes terminar lo que empezamos – le dije a Pablo. Reímos de nuevo y llegamos a casa.


Nada más entrar mi hermano andaba hacia atrás por el corredor de casa estirándome del pantalón. Yo abrí mi botón. Se detuvo y arrodillándose bajó mis pantalones despacio. Lamió desde mi ombligo hasta mis bóxer pero no los bajó, simplemente los apartó y mi pene casi erecto se mostró delante de él de nuevo. Sus manos agarraron mi cintura y me empujaron a la pared. Arqueé mi espalda y su boca atrapó mi sexo. Enseguida lo soltó y lamió hacia abajo. Oh! Dios! Que sensación tan cálida, su lengua y su boca aprisionando mis testículos.


Estaba tan excitado que cuando se volvió a meter mi pene erecto en su boca, agarré sus cabellos con fuerza y empujaba al ritmo. Durante unos minutos no le dejé soltarme, me sentía al máximo. Tanto que le ahogué durante un segundo y tosió. Mi hermano se levantó y su mano me cogió detrás del cuello – No te pases Dani – me sentí culpable. Nos miramos fijos a los ojos y de repente me besó casi mordiéndome el labio. S otra mano atrapó de nuevo mi erección y frotándome contra él mientras nos mordíamos la boca, me corrí en su mano y en el suelo.


Limpiamos todo aquello por experiencia y nos fuimos a dar una vuelta antes de que llegaran nuestros padres. Hablamos largo rato sobre lo que nos gustaría seguir probando y como llevarlo mejor. Esa noche queríamos volver a disfrutar, pero nuestros padres se acostaron tarde y nos dormimos antes. Mi hermano me contó un sueño extraño con nuestro padre. Yo había soñado con el médico tocándome de nuevo, pero no se lo conté. Mi hermano estaba cada vez más obsesionado. ¿O era yo?


El domingo me levanté realmente tarde y perezoso. Mis padres y mi hermano ya habían comido y a mi me esperaba un plato en el microondas. Me puse lo primero que vi en el armario y un flash atravesó mi mente. Mierda! Los pantalones de anoche! Fui a la lavadora y aún estaba en el bolsillo el número de teléfono de Iván. Lo guardé mientras dudaba que hacer. Me encontré a mi hermano en el corredor – ¿Qué? ¿Lo pasaste bien anoche? – preguntó sin detenerse – Sí… – respondí sin ninguna ilusión. Fui a la habitación y miré el número repetidas veces, me acordaba del beso, ¿Pero en que pensaba? ¿Qué quería yo? Me sentía raro.


Sin pensarlo más decidí quedar bien y escribirle un mensaje de saludo muy normal a Iván. No había pulsado diez teclas cuando entró mi hermano y se sentó. Un temblor me recorrió con el móvil en las manos y lo paralicé. ¿Pero por qué? ¿Le estaba engañando? – ¿Sabes? Papá y mamá me han liberado a partir de mañana – rió entusiasmado. Yo sonreí mientras terminaba de escribir y mandar el mensaje. Me tumbé en la cama. Mi hermano se puso en el ordenador. Un minuto tardó la respuesta: "hola yo también lo pase bien anoche. a las ocho dejo a mi chica. te apetece quedar?"


Creo que mi respuesta tardó como media hora para terminar afirmativamente, no tenía nada mejor que hacer ¿o sí? pero me apeteció salir. Si estaba con su chica no sé como me escribió tantos mensajes, es más, respondía enseguida, pero nos pasamos tres horas venga el mensaje mientras yo intentaba ponerme guapo. – ¿Vas a salir? – preguntó mi hermano – Sí, mis amigos que aún les dura la borrachera y quieren salir a dar una vuelta. – sonrió gratamente, más de lo que debía.


Me recogió a dos calles de mi casa y después dos besos muy formales me preguntó si prefería cine o feria. – Jajaja, ¿feria? – reímos los dos y decidimos que feria sería más divertido. Había una feria pequeña en una ciudad cercana. Hablábamos un poco de nosotros y mientras yo le miraba conducir embobado. Aunque se le veía diferente sin maquillaje era tal como lo recordaba, me atraía realmente. Ya en la feria no subimos a ninguna atracción, solo continuamos hablando y mezclándonos con la gente. Cuando me dijo que tenía 27 años no me lo creí, parecía de mi edad o como mucho la de mi hermano. Su cara de chiquillo era preciosa. Nos detuvimos a comprar algodón porque le dije que a mi me encantaba desde pequeño. Él no compró pero yo le ofrecí y cuando lo mordió, sus ojos atravesaron los míos de una forma tan abrumadora que creo que el resto de gente fue lo único que impidió que nos besáramos allí mismo.


Volvimos al coche y allí seguimos charlando hasta que bromeé con el color de labios que llevaba la noche anterior, entonces él sacó el pintalabios rosa del coche y se puso a pintárselos. – Me falta la brillantina – dijo sonriendo. Yo me reí muchísimo, pero luego me miró y la risa se convirtió en un silencio cómplice de sus deseos. No dejó de mirarme y acercarse y yo le esperaba impaciente. Sus labios acariciaron lentos mi cuello y yo le dejé abiertamente. Se separó para mirarme de nuevo, creo que quería asegurarse de que yo quería y me acerqué más a él. Sus manos jugaron con mi cabeza y su boca mordió despacio mis labios. Le abracé mientras nos calentábamos con un beso de deseos desatados.


Su espalda tersa era presa de mis caricias que se confundían con su lengua suave y dulce en mi boca y con mis labios húmedos jugando a morder los suyos. Sus manos recorrieron también mi espalda lentamente, pero llegaron a colarse en el hueco trasero de mi pantalón. Yo ya estaba caliente, pero un escalofrío intenso me recorrió y me detuve. Nos separamos unos segundos mientras agitadamente le explicaba que me estaba tratando la zona anal y que era mejor esperar. Antes de terminar de contárselo me hizo callar, dijo que no importaba y me sentí estúpido. Volvimos a besarnos sensualmente pero esta vez sus manos se dirigieron a mi cinturón.


Sus labios bajaron lentamente por mi cuello, ladeé la cabeza y cerré los ojos mientras sentí su mano cálida extraer mi casi erección fuera de los bóxer. Sus movimientos manuales y lentos la hicieron crecer un poco más sin dejar de besarme el cuello. Y su boca no tardó en atrapar mi erección. Su manó siguió adentrándose aprisionando mis testículos. Me sobresalté mínimamente y sus labios ya no cesaban recorriendo mi pene absolutamente erecto y deseoso. Le acaricié sus cabellos mientras seguía succionando con fuerza. Su boca cálida y suave se desplazaba rápida salivando mi pene apunto de explotar y ayudándose con su mano. – Puedes correrte en mi boca si quieres – dijo separándose unos segundos y acercándose a mi boca de nuevo – ¿No te importa no? – preguntó.


Negué con la cabeza y entonces me besó. Su mano no dejaba de masturbarme y el morbo de aquel beso loco hizo que casi me corriera. Aparté su mano para que eso no ocurriera pero entonces su boca volvió a mi pene enrojecido. Esta vez fue tan rápido que me dejé llevar. Nunca me había corrido en la boca de nadie, ni de una chica. Chorros de semen infinito es lo que sentí liberarse en medio de una suavidad húmeda jamás descrita. Creo que incluso moví el culo del asiento casi follándole la boca mientras me corría. Aquella experiencia me marcó profundamente y quería hacerle a él igual de feliz si había una próxima vez. Se hacía tarde y no quedamos en nada concreto. Quizá le llamaría yo de nuevo si no lo hacía él.


Cuando llegué a casa ya estaban cenando y me senté a cenar también. – Vaya días llevas que no paras de salir – dijo mi madre. Entonces me sorprendí – Sí, se ve que tiene muchos amigos – dijo mi hermano. Le miré preocupado pero él a mi no. En toda la noche Pablo no me dijo nada. Mierda! Le pasaba algo y esperaba que no fuera que sabía algo, no podía ser. Ya cuando nos acostamos intenté decirle algo pero tenía la sensación de que me ignoraba hasta que dijo – Ah! Por cierto, te has dejado el móvil y llamaron tus amigos a casa preguntando donde estabas – me quedé tan blanco que hubiera podido brillar en la oscuridad. Encendí la luz de la mesilla y cogí mi móvil – Tranquilo que no lo he mirado – dijo algo reacio. Le creí, pero me preocupé. – ¿Estás enfadado? – vaya pregunta se me había ocurrido. Pablo no respondió.


La siguiente semana transcurría tensa entre mi hermano y yo, ya que él no estaba por la labor de hablarme y yo no sabía como comportarme. El lunes por la tarde llegó a casa con un amigo que yo no conocía y me hizo salir de la habitación. Aquello me enfureció porque estaba seguro de que lo había hecho a propósito. Y había conseguido lo que quería. El martes se repitió la escena y me sentí herido y rabioso. El miércoles no esperé que sucediera y salí a dar una vuelta solo, así que decidí pasar por el médico. Había mucha gente pero me revisó de una forma rápida y desinteresada que no me gustó y cuando terminó dijo – Hay mucha gente hoy, no te cobraré la visita ¿Qué te parece si vienes sobre las ocho que cierro la consulta y exploro eso mejor? – aquel atrevimiento, aunque quizá lo deseara, me asustó un poco, pero era la forma perfecta además de molestar un poco a Pablo. Accedí tímidamente a la oferta del doctor. No paré de vagar hasta las ocho que volví a la consulta. Ya no había nadie. Me asomé a la puerta y el doctor estaba recogiendo.


– ¿No me toca doctor? – dije bromeando

– Sí, ponte ahí – sonrió elegantemente.

–¿Me acuesto en la camilla esta? – pregunté esperando un sí

– No es necesario, simplemente bájate los pantalones y apóyate – y así lo hice


Me sentí entre estúpido y excitado con los pantalones y los bóxer por las rodillas, de pie frente a una camilla y reclinado sobre ella. El doctor cerró la ventana y la puerta de la consulta. Volvió, y entonces sus manos grandes se posaron en mis nalgas y pude percibir que eran frías y no llevaba guantes de látex. Me masajeó suavemente las nalgas abriéndolas, entonces se acercó y sentí su fino pantalón abultado pegado a mi trasero. Durante unos segundos no se movió y yo tampoco, aunque creo que esperaba algún reacción de mi. Eso le dio paso a estirar sus manos que se desplazaban por el interior de mi camiseta. Me incorporé con mi espalda en su pecho y sus manos alcanzando mis pezones en el interior.


Mi cabeza se fue sola hacia atrás y una de sus manos se deslizó hasta su bragueta, sacando un enorme trozo de carne caliente que se pegó a mi culo. Me pellizco un pezón con su mano interior y la otra acariciaba mis genitales que se excitaban por momentos. Un movimiento de vaivén continuo me excitaba sintiendo aquel pollón creciendo detrás mío. El doctor de cabellos abundantes y grises olía mi cuello mientras no dejábamos de movernos, entonces me reclinó de nuevo sobre la camilla, bajó más mis pantalones y mis bóxer y jugó con su polla entre mis nalgas. Yo abría las piernas sintiendo que aquello era grande para mi.


De repente salieron un preservativo y un tubo de crema. Esos segundos se me hicieron eternos pensando como lo sentiría, entonces una crema fría y muy líquida recorrió mi entrada anal con la ayuda de sus dedos. Sentí la goma del condón posarse sobre la misma entrada y empujar lentamente. No sabía si estaba entrando hasta que mi ano nervioso volvió atrás la punta de aquel pollón. Me relajé, respirando fuerte y entraba de nuevo, esta vez con más fuerza. Gemí levemente, pero mi culo estaba siendo invadido lentamente. El doctor apretaba las nalgas con fuerza hasta que sentí que mi culo tocaba al final sus muslos, su vientre. Me había llenado y cuando empezó a moverse hacia atrás sentí lo grande que era.


Estaba caliente, empecé a masturbarme yo mientras sus manazas me sujetaban y los movimientos se volvían más ligeros. Dios! Como entraba y salía de mi trasero algo tan enorme! Ahora toda su polla se deslizaba fácilmente. Entonces sus manos bajaron hasta mis genitales apretándolos con morbo y yo me cogí fuerte a la camilla. Sus penetraciones se volvían intensas y el ritmo era tan adecuado que quería que no terminara nunca. Mi pene no estaba completamente duro, pero su manaza hizo que me corriera allí hacia el suelo sin poder verlo, mientras él doctor detenía su polla dentro de mi. Mis contracciones casi le echaron fuera pero cuando terminé de correrme siguió con los movimientos. Esta vez eran más bruscos y él respiraba cansado. Me sentí en una nube. El doctor me agarró fuerte y en varias embestidas casi me levantó. Sentía que estaba a punto de correrse y cuando salieron de su boca esas palabras actué por mi cuenta. Me desenvainé de aquel pollón que apenas había visto y me di la vuelta. Era grande de verdad. Me metí la mitad en la boca y sin moverme, masturbé el resto con la mano sobre el condón. No tardó en volverse un condón caliente y elástico en mi boca. El doctor ahogó un par de gemidos y yo me prometí a mi mismo que aquello solo había sido una locura pasajera.

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