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lunes, 25 de enero de 2016

Hermanos de boda.. que no se entere su mujer



Fue el día de la boda de Alejandro, en Barcelona

Yo había tenido la suerte de no necesitar ir a un hotel ya que Rubén hermano de Alejandro (el novio y mi amigo), se había ofrecido acogerme para la noche de la cena de boda.

Al igual que yo Rubén no tenia pareja y, hasta donde sabía, no le conocía ninguna fuera de algún rollo de verano cuando teníamos 15 o 16 años. Y eso ya quedaba bastante lejos. Y era extraño ya que era un tío guapo.

Mi caso era el de una ruptura de un largo noviazgo seguido de muchos rollos. Todos con mujeres, a excepción de una lamentable mamada de un tío tras una quedada por Internet. Y la verdad es que me gustaba estar como estaba. Haciendo lo que quería y siendo cada vez más audaz con mi sexualidad.

Todo sucedió el día de la boda. Yo llegué al medio día en tren y en la estación estaba amablemente esperándome Rubén. Nos saludamos con efusión y nos dirigimos al parking donde cogimos el coche para ir a su casa dejar el equipaje. Después de eso nos juntamos con otros amigos que también iban a la boda y nos fuimos de cañas por la ciudad.

Todo resultó muy divertido pero tuvimos la prudencia de ir a casa para dormir una siesta antes de ceremonia. No era cuestión de aparecer medio borracho medio dormido.

Cuando llegamos a su casa Rubén me dijo que al final había decidido que yo durmiera en su cama y él lo haría en el sofá. Protesté el tiempo de rigor pero el se mantuvo inflexible.

Vivía en un apartamento grande pero que no tenia puerta entre la zona utilizada como cuarto y la zona usada como salón-comedor. Así que cuando me quedé en ropa interior y camiseta y me metí en su cama pude ver como él se tumbaba en el sofá vestido como estaba tan solo quitándose en calzado. Para él no era molestia ya que aunque hacía mucho calor, el difusor del aire acondicionado estaba situado frente al sofá y la temperatura debía de ser agradable.

Una pena, pensé. Me hubiera gustado ver "algo más". Y ese pensamiento me sorprendió, porque aunque fantaseaba con tíos nunca lo había hecho con amigos.

El caso es que ya en la cama me empecé a fabricar una fantasía con Rubén hasta que el sopor de las cañas me venció pese a mi bonita erección y al calor que hacia.

A las 5:30 de la tarde sonó la alarma de mi móvil. Era la hora que habíamos considerado razonable para que nos diera tiempo a darnos una ducha rápida y vestirnos. Y aunque en el momento nos pareció que había tiempo suficiente pronto nos dimos cuenta que no era tanto. Así que nos duchamos rápidamente, para mi consternación por separado, y nos pusimos a vestirnos.

Ese fue el momento en que vislumbre una oportunidad. No estaba seguro y puede que me estuviera montando una película, pero cuando estaba, y no podría ser de otra manera, luchando con el nudo de la corbata, Rubén se me acercó a ayudarme.

La situación era la siguiente. Yo, con calzoncillos, camisa, calcetines y con algo estrangulándome, y Rubén tan solo en gayumbos enfrente de mi intentando hacer el nudo.

- Joder. Se quejó. Estoy acostumbrado a hacerlo teniendo la corbata yo puesta.

Entonces, para mi sorpresa, no me quieto la corbata e intentó el nudo en su cuello. No. Se puso tras de mi y se puso a hacer el nudo desde mi espalda. Como os imaginareis eso requiere estar muy cerca. Tan cerca que yo podía sentir su aliento en mi oreja derecha (él es algo más alto que yo) y de vez en cuando su paquete golpeando la parte superior de mi culo. El proceso no fue rápido precisamente y podía sentir el calor del rubor en mi cara por culpa de una excitación que se manifestaba con una gran dureza de mi polla. Por suerte la camisa me tapaba todo y, cuando Rubén terminó, no pudo darse cuenta de nada. Aunque, visto en perspectiva, el tampoco me ofreció ninguna visión de la parte delantera de su cuerpo. Al contrario, se dirigió directamente hacía el sofá donde estaba su ropa y se puso los pantalones (lo primero) dándome la espalda en todo momento.

Así que me fui a la fiesta moderadamente contento y con la sensación de que a la vuelta, y con alguna copa de más, se podría desmadrar algo la cosa en el apartamento de mi amigo.

Después de una, gracias a Dios, breve ceremonia nos fuimos al restaurante donde nos estaba esperando una muy buena comida y una animada fiesta. Todo trascurría sobre los cauces previstos y todos los personajes típicos habían asumido su rol sin problemas. El pariente borracho, el pariente pesado, el grupo de primas cantando (gritando), etc. Me estaba divirtiendo mucho pese a que mi objetivo parecía estar algo triste. Por si acaso estuve echando un vistazo a otras posibles presas (de ambos sexos) pero como era de esperar no había nada que mereciera la pena salvo la hermana pequeña de la novia, que era demasiado pequeña y tenia unos 1000 parientes alrededor.

A la quinta copa necesité ir al baño por tercera o cuarta vez. Cuando estaba meando en uno de los urinarios de pared oí movimiento en uno de los cubículos cerrados. Y aunque incluso en el baño se escuchaba la música, el rumor de gente (más de uno) encerrada era audible. Al principio pensé en otra de las figuras típicas de una boda, el primo farlopero, pero hasta donde yo sabia los cocainómanos al aspirar la coca no se quedaban con el aliento entrecortado y en ese baño es lo que se oía. Alguien estaba echando un polvo. Pero tenia que ser un polvo muy tranquilo porque el ruido de roce de ropas había parado y ya solo se escuchaba ese solitario jadeo.

La curiosidad pudo conmigo, así que me agache para ver si podía ver algo por el hueco entre la puerta y el suelo. Y lo que vi fue la espalda de un tío en cuclillas delante de otro con los pantalones y calzoncillos por los tobillos. Eso era. Una mamada, pero donde yo esperaba ver una chica y un chico había dos tíos. En seguida oí el rumor de alguien que se dirigía al baño (benditos zapatos de suela dura). Me levanté y salí del baño cruzándome con el padrino y otro señor que no conocía.

Como imaginareis me puse en un sitio estratégico para ver quien salía del baño con una sonrisa y quien era el que se la había provocado.

No podéis imaginar la sorpresa que me llevé cuan veo que el de la sonrisa es Alejandro el novio y el qué, por si acaso, se sigue limpiando la boca con la mano es mi amigo y anfitrión Rubén.

Creo que se me quitó medía borrachera con la revelación. Seguí con la mirada a la pareja, aunque cada uno se iba por su lado. Alejandro a bailar con la novia su recien mujer y Rubén a pedir un gintonic muy cargado con el que quitar el sabor de boca.

Yo estaba alucinado con los huevos que tenían. Si hubiera sido otra persona el que se da cuenta que el recepcionista del trabajito oral que se estaba dando el baño era el novio, y encima por otro tío, podría haber habido de todo. Las consecuencias de que esa persona hubiera sido un pariente o amigo de la novia habrían sido inimaginables, pero la realidad jamás la hubiese imaginado, hostia su propio hermano se la estaba chupando!!. No me escandalizó mucho lo confieso, pero me sorprendió mogollón claro.

¿Y como había acabado allí?. ¿Una broma llevada demasiado lejos?. ¿Algo que sucedía de hace tiempo?. Lo que estaba claro es que Rubén debía ser gay y Alejandro el típico hetero al que le va todo. Joder, siempre me había parecido un poco pirao pero lo de esa noche...

La fiesta siguió aunque para mi había perdido parte de su gracias. Además, mi fantasía con Rubén se desvanecía. Ya había tenido su ración de polla y tampoco sabía si Alejandro le había hecho una paja. Porque no veía a nuestro novio chupándosela a otro. Así que cuando Rubén se acercó a mi para decirme que se iba a casa (el aliento le olía a ginebra no a semen) le dije que yo también me iba, que estaba cansado y así nos ahorrábamos un taxi. A él le pareció dar igual si yo me iba a casa o no.

En el taxi ninguno abrió la boca. Rubén parecía triste y yo seguía en shock. Cuando llegamos cada uno en su cama fuimos desnudándonos y por turnos lavándonos los dientes en el baño. Yo sabia que uno de los dos necesitaba esa limpieza más que el otro.

Rubén se tendió sobre el sofá solo vestido con sus apretados, y ahora me parecía, típicos gayumbos de gay. Pero había que reconocer que le quedaban bien. Gracias a la luz de la calle (no habíamos bajado las persianas) podía ver su espalda y su culo. Poco a poco volví a excitarme con mi fantasía pero no lograba mantenerla debido al insoportable calor que tenia. Porque aunque el aire estaba puesto no lo estaba al máximo para que Rubén no se congelara. La consecuencia es que yo estaba sudando como un pollo. Cuando no podía más me levanté al baño y me mojé la cara y el cuello con agua.

Rubén me vio salir y me preguntó si estaba pasando mucho calor. Yo dije que algo. Él se disculpó contándome que cuando el duerme en la cama pone el aire a tope y le refresca, pero que estando en el sofá era una locura.

Después de un rato y de mil vueltas en la cama, Rubén me llamó.

- ¿Por que no te vienes al sofá?. Es grande y cabemos los dos.

Mi respuesta afirmativa igual fue demasiado rápida, pero tampoco sé si en el momento fue por el ansia de estar semidesnudo pegado a otro tío o por el calorazo que estaba pasando.

Me acerqué al sofá y me tumbé en el hueco que me dejaba. Él estaba mirando hacia la pared y yo me quedé mirando hacía "fuera". No me atrevía a moverme pero eso no impedía que notara su culo contra el mío, porque dijera lo que dijera Rubén, el sofá era estrecho de cojones. ¿Porque no nos habíamos ido a la cama que era el doble y puesto el aire al máximo?. Eso era algo que no sabía y que no quería preguntar, el estrecho sofá era mucho mejor. Pensando en que Rubén no podía haber dejado de darse cuenta de eso me envalentoné y me di la vuelta. Ahora tenia frente a mi su espalda y su redondo culo. En cuanto me giré mi compañero de sofá se acomodó con el resultado de que podía sentir su culo rozando intermitentemente mi polla. Y era intermitente porque dependía de mi agitada respiración. Yo no quería dar el siguiente paso pero tampoco me alejaba, y él tenia que estar notándome. Cuando estaba apunto de acercarme un milímetro más Rubén me habló.

- Sé que nos viste en el baño. O que por lo menos sabes lo que estábamos haciendo. Oí como el padrino te saludaba cuando salías del baño y justo antes había notado que alguien merodeaba por la puerta del sitio donde estábamos.

- Lo siento. Le dije. -Esperaba pillar a una pareja normal. No sabía que erais vosotros.

- Ya. Ni decirte que por favor nunca digas nada. - No por mí, sino por Alejandro.

- No te preocupes. pero solo dime como os atrevisteis a algo tan arriesgado. ¿Estabais colocados, o qué?.

- No. Contesto Rubén. - Hace mucho tiempo que empezó esto. - Desde que éramos adolescentes.

- ¿ Y qué es esto?.

- Bueno, esto era tan solo que yo se la chupaba a Alejandro. Nada más. El ni me tocaba. Empezó como un reto que me hizo porque estoy seguro que siempre supo que me gustaba. Que me gustaba mucho. Y lo de hoy iba a ser la despedida, la mamada final. Aunque tuvo que ser algo rápido, no como las otras. En las otras me tomaba todo el tiempo del mundo, porque eran los únicos momentos que podía sentirlo como mi pareja.- Lamentable y triste. ¿Verdad?.

No supe que contestar porque realmente era triste. Rubén estaba enamorado de un tío que solo miraba para él cuando quería una mamada, pero lo fuerte es que era su propio hermano.. Me dio pena de Rubén y me aparté un poco. Después de todo, pensé, el solo quería llorar sus penas.

Pero fue hacer el gesto y al momento sentir de nuevo su culo. Y esta vez no había ninguna sutileza. Ya no me rozaba. Ahora mi polla estaba en total contacto con su culo. Y no con la parte alta de su trasero sino con la parte que tenia utilidad. Me empalmé como nunca, me pegué más a él y puse mi mano sobre su cadera.

Como Rubén seguía sin moverse comencé a acariciar su cadera y su cintura. Estaba deseando coger su paquete y estrujarlo pero no me pareció adecuado. Así que acariciando su espalda fue avanzando hasta el elástico de su ropa interior. Y allí por la línea de su columna vertebral encontré un hueco por donde meter un poco el dedo. En seguida noté un poco de su sudor que no hizo más que excitarme más y dar carpetazo a mi timidez. Introduje toda mi mano en su gayumbo y comencé a tocar muy levemente ese culo duro y redondo que tenía. Podía sentir la humedad que se le escurría por entre las nalgas y a esa humedad seguí con mi mano hasta llegar a su ano. Fue acariciar con el dedo ese mojado agujero y ponérsele de gallina toda la piel.

Ya no esperé más. Con mis manos le hice girar hasta dejarlo boca abajo y poco a poco fui bajándole el calzoncillo. Él me correspondió subiendo un poco más su culo. Ofreciéndomelo. Ya con mis dos manos me dediqué a acariciarle y de vez en cuando dejando mi dedo sobre su ano y presionando un poco.

Todavía no había tocado su polla o sus huevos y aunque me moría por hacerlo sentía que tenia que excitarle mucho más para que me dejara hacer todo lo que mi ya desbocada mente conjuraba. Acerqué mi cara me empecé a restregarla contra su culo a la vez que le daba pequeños besos. Estaba salado y olía y sabia a sexo, así que di un paso más y pasé mi lengua por su ano. El jadeo que salio de la boca de Rubén me indicó que no lo estaba haciendo mal del todo, así que me aplique y empecé a besar y meter la punta de la lengua por su ojete. Pero quería más, y metiendo la cabeza como podía llegué con mi boca hasta sus huevos. Estaban duros y tensos pero apenas los podía rozar. Ese fue el momento en que Rubén decidió colaborar. Se dio la vuelta y ante mi quedó su polla totalmente dura y palpitante.

Por un momento me quede parado mirando algo que ansiaba hacia tiempo. Estaba totalmente rasurada y no tenia defecto alguno. Era una polla de libro. Al cogerla pude sentir el calor que desprendía y la suavidad de la piel. Con una mano comencé a acariciarla mientras que con la otra mano alternaba caricias entre sus huevos y su ano. Pero no pude aguantar más, mi ansía me pedía chupar aquello y fue lo que hice. Primero besando y pasando la lengua de arriba abajo y recogiendo la humedad que salía de la punta. El sabor me gusto y me excito aun más, así que me la metí en la boca y con mucho cuidad empecé a hacerle una mamada. Es increíble la sensación de dar placer de esa manera. La sensación y el morbo que provoca el hecho de saber que estar chupándosela a otro tío.

Rubén comenzó a mover sus caderas invitándome a acelerar más, pero yo tenía la intención de que esto durase bastante más y levantándole las piernas volví a su sudoroso culo. Estaba entrando en una especie de frenesí y por momentos me hubiera gustado tener dos bocas para llenarme de todo. Quería polla, culo, huevos, y era así como pensaba para mi, con esas palabras que sonaban a maricón. ¡¡Quería polla!!.

Y la tuve. Porque Rubén agarrándome del pelo me separó de su entrepierna, me subió hasta su altura, me puso boca abajo y se puso a hacerme lo que yo le había hecho antes. Me comenzó a comer el culo de una manera agresiva, su lengua y su boca empujaban a la vez que chupaban. Notaba que la saliva me empezaba a chorrear por entre mis piernas y sentía como su lengua penetraba cada vez más. El placer era tan absoluto que cuando me metió uno de sus dedos pensé que podría llegar a correrme de esa manera. Os podéis imaginar cual era la siguiente parada. Esta se inició cuando Rubén separo su cara de mi para ir hasta la habitación y coger algo de uno de los cajones de su cómoda. Yo sabia lo que era, y por encima del placer afloraron los nervios. Nervios por que iba a dejarle, y si no lo hacia a suplicarle, follarme. No sé como pasé de querer que me la chuparan a ser enculado pero estaba encantado de cómo iba saliendo todo.

Escuché como se abría el tubo del gel lubricante y pronto me llego su olor cuando Rubén se lo echó en sus manos. Pensé que me diría algo como "Relájate" o "No te va a doler", pero no abrió la boca sino que llevó con su mano el gel hacia mi querido agujero distribuyéndolo por fuera como para ablandar los músculos y poco a poco por dentro. Fui yo el que me dije a mi mismo que me relajara y eso hice, dejé de apretar y el placer volvió a aparecer inmediatamente. Rubén se dio cuenta y el masaje se convirtió en un meter y sacar el dedo cada vez más rápido.

Y yo pedía más, no con la voz, pero si con el resto de mi cuerpo. Movía las cadera e intentaba llegar con mis manos hacia su polla. Entonces sentí dos dedos dentro de mi. Dos dedos que a la vez que se introducían iban separándose con la intención de dilatarme aun más. Luego, una pequeña pausa. Miré a mi derecha y vi que Rubén me ofrecía su polla mientras se echaba gel en ella. La tomé y comencé a lubricarla. Ese gesto me excito a la vez que me dio confianza así que cuando volvió a situarse tras de mi levante mi culo para entregárselo todo, para que me follara. Sentí su aliento en mi nuca y como ponía su polla en mi culo. Tan solo la metió un poco, solo lo suficiente para que no se resbalará y entonces si habló, y fue tan solo para decirme - "Hazlo tu". Comprendí lo que quería y, aunque hubiera preferido que me la metiera sin contemplaciones, supe que era el movimiento inteligente. No quería que el placer se convirtiera en dolor y yo tampoco.

Despacio fui levantando el culo sintiendo como su polla no solo no entraba sin ningún problema sino que el placer era intenso desde el primer centímetro. Él también se dio cuenta y la empujó hasta el fondo. Ahí se quedó un segundo como esperando ver si todo estaba bien. Y si que lo estaba. Moviéndome se lo dije todo. Que no tuviera cuidado ni se cortara. Y empezó a moverse. Yo no podía imaginar el placer que me llegaba. Era distinto del recibido a través de la polla, era como más primitivo si es que eso se puede decir. Gozaba como nunca y por momentos pensé que podría correrme sin tan siquiera tocarme la polla. Y cuando Rubén me puso a cuatro patas y comenzó a darme fuerte y despacio haciendo sonar su pelvis contra mis nalgas no pude evitar comenzar a masturbarme para correrme. Pero Rubén tenia otros planes y me apartó la mano de ahí para llevármela a mi culo. Para que yo notara con mi mano como me la metía, como me follaba. La sacaba entera y me la volvía a meter, hacía movimientos circulares, vamos, se estaba recreando en todas las suertes y cada una me daba más placer. Y entonces, acelerando el ritmo, se corrió dentro de mi. Se corrió con un jadeo sordo, y con lo que a mi me parecieron litros de semen, en un largo orgasmo.

Cuando la sacó muy despacio y respirando agitadamente no se tomó momento alguno. Me dio la vuelta y se puso a hacerme una mamada con la misma agresividad con que me había jodido. Pero solo fue un momento porque en un movimiento de una agilidad pasmosa se dio la vuelta sobre mi y colocó su ano sobre mi boca mientras con sus manos volvía a echar mano del gel para embadurnar mi pene. Yo estaba lamiendo con avidez su culo cuando volvió a girarse y se sentó sobre mi metiéndosela despacio mientras me miraba fijamente. Luego empezó a cabalgar sobre mi. Su polla ya no estaba dura pero seguía chorreando semen lo que hacia que la escena tuviera un morbo de la hostia.

Sabia lo que hacia. Porque me mantuvo en todo momento al borde del orgasmo. Yo quería follarle como el me hizo pero Rubén se detuvo, se quedó mirando un poco hacia el vacío pensando en algo. Y ese algo fue sacarse mi, a punto de estallar, polla y llevársela la boca, con saliva, gel y todo. Mi "desilusión" no duró ni cinco segundos porque entonces comenzó la mejor mamada que han hecho nunca, y he estado con personas realmente habilidosas. Parecía saber como dar la humedad adecuada, como utilizar la lengua para presionar en los puntos más sensibles y como hacer que sus labios arrastraran mi piel de arriba a abajo con una suavidad que dolía. Era increíble, no se ayudaba de las manos para nada, estas permanecían acariciando mi escroto y mi dilatado y empapado ano todo el momento. El placer era terrible y por momentos casi llegaba a hiperventilarme de los jadeos que me provocaba. Y lo hacia despacio, muy despacio, y no como en esas mamadas en las que solo notas el circulo que forman los labios, lo hacia de tal manera que podía notar su boca por todo la polla. Duro mucho tiempo y cuando ya creía que jamás me dejaría correrme me metió el pulgar por mi culo y con dos movimientos un poco más rápidos de su boca hizo que descargara todo en su boca. Note que me corría y me corría mientras él seguía chupando despacio y tragándose mi semen. No paró ni siquiera cuando parecía claro que yo ya estaba totalmente satisfecho, tan solo saco su dedo de mi y siguió lamiendo y chupando todo sin dejar escapar ni un poco. Al final incluso empecé a encontrar incómoda la situación y por un momento y aunque parezca difícil, dada la cantidad y variedad de líquidos que habían corrido por entre mis piernas, por un momento me pareció notar, en un roce de su cara sobre la piel de mi pierna, una humedad que juraría que eran lágrimas..





miércoles, 28 de octubre de 2015

Pajas fraternas y..


Los protas de esta historia: mi hermano uno de sus amigos y yo..

Era verano. No recuerdo muy bien cuál fue la causa o qué conversación nos traíamos para que ocurriese lo siguiente. El caso es que, una tarde que estábamos los tres, el amigo de mi hermano propuso que nos viéramos la polla (no sé si lo comentarían antes entre ellos o salió de sus conversaciones espontáneamente). Yo ya había comentado que había visto a niños en mi clase que se pajeaban en sus pupitres tapándose con un cuaderno o con un libro…, pero que bastaba con mirar un poco para ver como movían sus brazos, y si estabas al lado, les veías todo, como se pajeaban. A mí me resultaba chocante…

El caso es que, el amigo de mi hermano había propuesto que nos viésemos las pollas, y me preguntaron si quería ver las suyas. Yo decía que sí, pero tampoco estaba muy entusiasmado en enseñar la mía. Además, la diferencia de edad era mucha (en esas edades, se nota mucho). Iba a ser un ratito, más como curiosidad de los tres (más bien, ellos tenía curiosidad en ver cómo la tenía yo, y yo tenía curiosidad en ver las suyas). Como estábamos en mi casa, y no era un lugar muy discreto, la cosa fue rápida. Nos bajamos ropa y gayumbos y ahí estuvimos enseñando nuestros “asuntos”. Ellos saciaron su curiosidad y dijeron que qué pequeña la tenía (¡no te jode!, pues claro que era pequeña). Yo ya sabía que mi pene era pequeño (bueno, normal correspondiendo a la edad que tenía), pero desconocía como era el pene de ellos dos, que eran penes adultos, ya desarrollados, con testículos colgantes (a mí ni se me veían) y pelos. Una vez que me sentí un poco ridículo con mi pene infantil, me subí la ropa y puse fin a mi exhibición. Me quedé mirando los dos penes adultos que estaban ante mí…, pero el sitio no era muy seguro y al rato ya estábamos los tres vestidos.

El día siguiente, también por la tarde (es que la hora de la siesta en verano es una hora tonta que no se sabe bien qué hacer…), estábamos solos mi hermano y yo, y me dijo él que si queríamos hacer otra vez lo mismo, enseñarnos los penes. Yo puse cara de hastío y daba largas porque realmente no soy muy exhibicionista y no me gusta enseñar. Me dijo mi hermano: - “Si quieres, no te quites la ropa; ¿me la quito yo?. No hace falta que me enseñes la polla”. Entonces yo dije que sí; si mi hermano me enseñaba la polla pero me disculpaba que se la enseñase yo, pues perfecto. Me salía gratis el espectáculo.

Y ahora había más discreción: estábamos en la habitación solo él y yo, y no había un tercero como el día anterior. Eso sí, seguíamos en la misma habitación y con el mismo peligro indiscreto de que alguien entrase en la habitación, así que teníamos que estar con la oreja puesta para oír los pasos de alguna visita imprevista. Entonces, mi hermano se bajó la ropa: pantalones cortos (no recuerdo si eran bermudas, bañador o pantalón de deporte. Era verano, y el pantalón era corto) y luego los gayumbos: y ahí apareció su polla gorda, con los huevos gordos colgando y los pelos negros que hacían que me fijase con atención. Obviamente, la diferencia con mi polla (la que tenía muy vista) era mucha pues la polla de mi hermano era la de un hombre adulto. Supongo que sería una polla normal, pero para mí me pareció un pollón muy grande…, y eso que estaba flácido. Como en esa situación no podíamos estar mucho tiempo, me sugirió que esa misma noche me la enseñaría mejor sin molestias de nadie que pudiera venir a la habitación. Pero antes de guardarse la polla, me dijo que se la agarrara. Yo no puse ninguna pega, pues tenía curiosidad. – “¿Te gusta?”, me dijo él, a lo cual yo respondí que sí. Proseguí: – “Es mucho más grande que la mía o la que he visto de mis compañeros de clase cuando se pajean”. – “Esta noche te enseño como se hace”, me aseguró mi hermano.

Y pasó la tarde…..

Y llegó la noche. Cada miembro de la familia estaba ya en su habitación (mis padres en la suya y nosotros en la nuestra), y ya sabíamos que teníamos todo el tiempo que quisiéramos si no hacíamos mucho ruido. – “Ya no se oye ningún ruido. ¿Me vas a enseñar ahora?”, dije a mi hermano. - ¿Ya estás preparado?”, me contestó mi hermano. – “Si”, contesté, y lo estaba desde la tarde, esperando que llegase la noche. Me daba morbillo ver la polla de mi hermano, tan grande, tan distinta a la mía, tan adulta. Era como participar en el mundillo de los “mayores”, tan oculto a los niños.

Por supuesto, yo ya había dejado claro a mi hermano esa tarde que yo ya no me iba a desnudar, y que mi polla era una birria de pequeña…, pero eso no era ningún problema para que mi hermano quisiera enseñarme la suya, cosa que me parecía muy bien (me pareció un gesto de generosidad suya). Pues eso: se bajó la ropa y los gayumbos y volví a ver ese pollón gordo, ancho, peludo y con esos huevos tan grandes (ahora entendía bien tantas frases hechas referidas a los “huevos” y los “cojones”. Los míos eran tan desapercibidos…, pero es que no tenía edad para tenerlos desarrollados. Pero, los de mi hermano sí estaban desarrollados: eso eran ¡huevos!).

- “Mira. Ven. Agárrame la polla”, me dijo mi hermano, y así hice yo. Con mi mano de niño, que no abarcaba el ancho de la polla, noté que estaba caliente.
- “Ahora, haz como te diga”, me siguió diciendo. Entonces, me puso su mano encima de la mía (que seguía agarrando su pene) e hizo el movimiento de mete y saca. Ahí empezó a salir el glande de su polla, que hasta ahora estaba oculto debajo de la piel del prepucio. Un buen glande, jeje, un glande grande… (comparado con lo que había visto). Pero la polla no estaba tiesa, sino que empezaba a hincharse. – “Sigue así, sube y baja, sube y baja”, me decía mi hermano mientras me dejaba sola a mi mano que fuese haciendo eso mismo a su pene. Y yo notaba con asombro como esa polla se empezaba a llenar de sangre, a hincharse, a descapullarse hasta que el glande sobresalía por fuera del pellejo. Mi asombro era mayúsculo pues ni mi polla ni las de mis compañeros de clase (de mi misma edad) eran parecidas ni por asomo. Es normal ese asombro para quien no ha visto antes una polla adulta, ¿no?.

- “Esto de subir y bajar, mete y saca… es hacer una paja”, decía mi hermano
- “Ya…, pero, jajaja, es tan distinto a lo que hacen en clase”, dije yo, refiriéndome a los pajeros de mi clase.
- “Pues yo te enseño a hacerme pajas y así me vas preguntando lo que quieras…, si tienes alguna duda. Mi polla es de hombre, no como la de tus amigos”, seguía diciendo mi hermano.

Y era cierto, que ese pollón no tenía nada que ver con lo que había visto. Se podría decir que yo estaba entusiasmado por ese misterio que tenía para mí solo entre mis manos. Era de noche, y nadie iba a estorbar. Así que, mete y saca, mete y saca, con mi mano fui pajeando a mi hermano, que tan a gusto estaba (los dos ganábamos: él por el pajote que le estaba haciendo, y yo por el misterio y la novedad que estaba descubriendo y que me sigue emocionando después de tantos años).

Lógicamente, le fui preguntando por el tamaño de sus genitales, tan bestiales (bestiales para mí, porque supongo que serían normales para una persona adulta), los peludo que era él (peludo normal, supongo, pero excepcional para un niño de 10 años que no tiene ningún pelo) y esos huevos tan gordo colgantes en la bolsa escrotal, que tanto me llamaba la atención. – “En unos años, ya te crecerá también a ti”, me aseguró mi hermano. Es cuestión de edad. ¿Y esos huevos?. Ahí se hace el semen, la “lefa”, que es un palabro que se decía, jeje, el esperma. Cuando los genitales se desarrollan, los huevos empiezan a fabricar esperma, que no tiene nada que ver con la orina. Tras una relación sexual con una tía o con un buen pajote, los huevos expulsan la lefa por la polla. – “ahhh, vale”, decía yo, que ya sabía algo pero tampoco tenía las cosas muy claras. Una cosa es la teoría (con 10 años) y otra cosa es la práctica, que es lo que estaba viendo. Mi hermano me aseguró que, tras un rato pajeándole, sus huevos iban a echar la leche por la polla. Me avisaría cuando pasara, pero lo iba a ver… y así fue. Tras unos minutos, 10 minutos o un cuarto de hora, me dijo: - “Mira la punta de la polla, que va a escupir leche”. Y así ocurrió: escupió porque lanzó unos chorretones de leche que fueron cayendo mientras mi hermano ponía cara de éxtasis (intrigado y con morbo emocionado atendía yo a estos momentos). Se me llenó la mano de semen, que cayó también en el suelo y en mi ropa. Me dijo mi hermano: - “no te preocupes, que no me he meado. La leche no es mala y le encanta a las mujeres. Vamos a limpiarnos, pero ya te digo que la lefa del hombre no está sucia y se puede beber”. ¿Se podía beber?, pensaba yo. Así se lo dije a él…

Esa noche fuimos a dormir…, mi hermano tras la eyaculación estaría en la gloria. Yo estaba excitado y emocionado. Ya me sentía un poco más mayor. A los dos días (o varios días después), mi hermano me volvió a susurrar al oído si quería que le enseñara la polla. Yo decía que sí (la mía no…, pero si es la suya, pues perfecto), y así él se sacaba la polla y yo ya sabía que hacer: agarrar ese gran pene, y menearlo hasta que se hinchaba que parecía que iba a explotar. Dependiendo del sitio, solo le pajeaba poco tiempo o todo el tiempo del mundo hasta que eyaculaba…, y es que no siempre le agarraba la polla en el silencio nocturno de nuestra habitación. Algunas veces, era en otras casas o era en otros edificios donde me decía si podía agarrar su polla. Por ejemplo: pocos días después, en casa de mis primos, me dijo que si le agarraba su polla (por supuesto, mi respuesta era SÍ) y nos íbamos al cuarto de baño donde durante poco tiempo (un minuto, dos o tres) yo le pajeaba un rato. Entonces no acababa en eyaculación porque no podíamos estar 10 minutos o el tiempo que fuese hasta que se corriese. Pero el chico salía la mar de a gusto (eso sí, marcaba un bulto inmenso debajo del pantalón, que hasta podría llamar la atención si uno se fijaba en su entrepierna). En esa misma primera semana en que le hice la primera paja, fue cuando probé el semen por primera vez:

Siempre que se corría y escupía la lefa por su polla, me decía que – “¡Cuánto desperdicio!. Toda esa leche sin que nadie la utilice”. Claro, yo pensaba: el esperma tiene su función, cuando se mete en el coño de las mujeres (la teoría ya me la sabía de la clase de Ciencias Naturales del cole, jejeje)…, pero ya me aclaraba mi hermano que también se podía beber, y que las mujeres solían chupar las pollas y beberse el semen. Yo no era una mujer, pero el semen y las pollas no entienden de eso. Si la leche de hombre está buena y tiene vitaminas (jojojo) pues todo es cuestión de probarla. Realmente, lo que sale de la polla parece que da un poco de asquito…, pero también da morbo, y más sabiendo que hay gente que se la toma. El caso es que, varios días después, en casa por la noche (o sea, con tiempo para eyacular) me dijo mi hermano que si quería darle unos chupetones a su polla. 

Yo, como no podía quejarme de la generosidad de mi hermano enseñándome tanto, pues no quise negarme: Acerqué mi cara a su polla erecta, con su glande hinchado a un palmo de mi cara… saqué mi lengua y di un lametón a esa cabeza de polla tan grande. – “Muy bien. Así, así. Chúpame el capullo un rato y luego métete mi polla en la boca”. Como me dijo, así hice: como no me dio ningún asco (ya hacía una semana que le estaba pajeando, así que ya tenía su polla bien vista), le lamí el glande mientras le sujetaba su polla con mi mano y al final ese capullo entró en mi boca, metiendo y sacando. Me daba morbo esa situación, que tanto placer daba a mi hermano. 

La paja se convirtió en una paja chupada: mientras pajeaba, el glande me lo metía en la boca, lo sacaba, lo lamía… Y llegó el momento de la eyaculación. Se corrió como tantas veces (lanzando chorros al aire y al final, derramando leche en mi mano). Esa vez, acerqué mi mano con semen a la cara…, lo olí, puse cara de intriga (realmente huele, pero no sabría decir a qué huele), di un lametón a mi mano donde había semen, o sea, lo probé… y como no me pareció que supiera mal, seguí lamiendo el semen de mi mano. Mi hermano aprobó que no me disgustara, y me dijo que hiciera lo mismo con su polla, que seguía saliendo leche a borbotones, e iba derramándose por su polla manchando sus huevos. Pues vale: como no me da tanto asco como podría esperar, pues le voy chupando la punta de su polla, y por todo el tallo de su pene hasta sus huevos. Primera vez que tomo semen. No es que esté muy rico, pero tampoco está desagradable.

Y, una vez que ya he tomado semen, pues de ahí que ya no me diera asco tomarlo otras veces (incluso el mío). Ese verano seguí haciendo pajas a mi hermano. Lo mismo estábamos en un centro comercial y me decía: - “Ven conmigo al lavabo, que se me ha puesto dura”. Nos metíamos los dos en el cuarto de baño, cerrábamos la puerta y se sacaba la polla para que le pajease. Y ahí, o le pajeaba un rato y luego salíamos…, o le pajeaba hasta el final y le chupaba la polla, tragándome el semen dejándole la polla limpia; el caso es que hubiese un poco de discreción, y que nadie nos viese metiéndonos juntos en el mismo wáter. Tenía que pajearle en silencio (no decíamos ni pío) para que no se notase nada. ¿Más sitios que no fuesen mi casa? En sitios públicos, solo podía pajearle poco tiempo (yo creo que a mi hermano también le daba mucho morbo que le pajease en esos sitios… o es que casi siempre estaba salido, jajaja): Ya he dicho que en algunos lavabos de centros comerciales; en los lavabos del colegio (pero aquí era poco tiempo porque siempre tenían mucho movimiento)… 

En casa de familiares…, pero siempre éramos los dos solos (un secreto de los dos que ninguno queríamos desvelar); en el campo; en la montaña (eso en verano, si hacíamos alguna excursión, siempre se la arreglaba mi hermano como para ir conmigo a algún sitio solitario y allí sacar su polla para que le pajeara, y, dependiendo de si había tiempo o no, correrse); en la playa (en la misma playa, no. Fue una vez dentro del agua). Yo me he pajeado años más tarde en el mar, sabiendo que de cuello para abajo no pueden ver desde la orilla qué hago con mi polla (y buenas ristras de leche he dejado para que se la beban los peces, jejeje). 

Con mi hermano, ahora que lo pienso, la situación era más exhibicionista, pues no es lo mismo pajearse solo dentro del mar, que te pajee alguien. Desde la orilla alguien nos podía haber visto demasiado juntos…, aunque tampoco tienen por qué pensar mal, pues éramos hermanos y podríamos estar jugando. Jejeje, pues sí, estábamos jugando, pero a unos juegos de mayores. Pues eso, que me dijo mi hermano en la playa que si le pajeaba y yo no dije nada porque no sabía dónde podría hacerlo. – “En el agua. Nos metemos en el agua y me pajeas allí”, afirmó. Y allá que fuimos…, y en un sitio sin gente a un montón de metros de la orilla, se bajó el bañador a la mitad de la pierna de modo que mostrase el culo y el rabo (cubierto bajo el agua. Desde lejos no se vería…, pero yo que estaba al lado, sí lo veía). Pues ahí que fue mi mano a agarrar ese pene que ya estaba tieso y, ¡hala!, a darle al mete y saca. No llegó a correrse porque tampoco estuvimos mucho tiempo con el pajote (supongo que al final no convenía estar mucho tiempo así)…, pero ese pajote bajo el mar me sigue emocionando con el tiempo y, ya lo he dicho, he llegado a hacerme pajas yo solo bajo el mar. Es un morbo especial…; te pajeas casi en público, jeje.



domingo, 4 de octubre de 2015

Estopa: después del concierto.. mi hermano David y yo..

Pastillas para NO dormir..rumba al placer desconocido (o no)


Son las tres de la madrugada y no consigo dormir a pesar de
que estoy muerto de sueño. En parte se debe al cansancio acumulado durante la
gira y al hecho de cambiar de hotel y de cama casi a diario, pero el motivo principal
es que estoy so lo porque David, mi hermano mayor, se ha ido de marcha con
un par de chicas que estaban esperando nos a la puerta de los camerinos al terminar
el concierto.


No es la primera vez que ocurre lo mismo. Teóricamente es una
zona a la que no pue de acceder el público, pero siempre hay alguna 'zorrita' que
consigue colarse porque es amiga de la novia del guardia de seguridad, o algo
por el estilo. En este caso eran dos niñas pijas de unos 17 años que se
abalanzaron sobre nosotros pidiéndonos ("porfa, porfa, porfa") que les escribiéramos
una dedicatoria en uno de nuestros discos. Yo lo hice de mala gana
porque lo último que quería en ese momento era aguantar a dos chochos, pero
David esta ba encantando y empezó a tontear con ellas. Nos invitaron a una
fiesta privada en una discoteca, pero yo me disculpé dicien do que estaba hecho
polvo. Una de ellas se acercó a mi hermano y le susurró algo al oído. Él miró a
las dos, valorando la oferta, y después, guiñándome un ojo, me dijo: "Hermanito,
tú te lo pierdes". Y se fue con una chica en cada brazo.


Aunque creo que yo no estoy mal, sé que a las chicas les
gusta más mi hermano. Es lógico: él es el cantante, el centro de atención,
mientras que yo estoy en un segundo plano, acompañándole con la guitarra.
Además él tiene un aspecto de "chico malo" (su barba de tres días, su voz
ronca…) que las vuelve locas. Por un lado agradezco que me dejen en paz, pero
por otro me muero de ce los: celos de él, que puede follar todas las noches con
quien le apetezca mientras yo tengo que conformarme con hacerme una paja porque
ningún "niñito" de 17 años viene a mi ca merino a tontear y a pedirme que le
firme un autógrafo; pero, sobre todo, tengo ce los de ellas, esas hijas de puta
que se llevan a mi hermano, que le apartan de mí y hacen con él cosas de las
que yo sólo disfruto en mis sueños.


Así que aquí estoy, solo una noche más en este hotel, pensando
en mi hermano, intentando recordar cuándo empezó mi obsesión por él.


Recuerdo los juegos. Solía jugar con él y su dos mejores ami
gos en lugar de con los chicos de mi edad (yo tenía nueve años y ellos once),
así que siempre llevaba las de perder. Daba lo mismo que jugáramos a "indios y
vaqueros", a "guardias y ladrones" o a cual quier otra variante, porque a mí
siempre me tocaba el mismo papel: el prisionero. A David le gustaba
especialmente hacer de poli malo porque, al ser mi hermano mayor, podía hacer me
o decirme cosas que sus dos amigos nunca me hacían por temor a que el juego se
volviera demasia do realista y me echa ra a llorar. A falta de esposas, me
ataban las manos a la espalda con una cuerda y me llevaban a la "cárcel". Lo
primero que hacían era cachear me y desnudarme (aunque me dejaban puestos los
calzonci llos) para ver si lle vaba escondida algu na pistola. Luego em pezaba
el interroga torio. David se metía en el papel y añadía todos los insultos y
amenazas que cono cía, cosas del tipo "Si no me dices dónde has escondido el
dine ro, te voy a cortar los huevos, maricón" (y me agarraba del pito para que
la amenaza fuera más convencen te). Era un ritual que habíamos repetido mil
veces, así que estábamos perfecta mente compenetra dos: yo sabía que tenía que
empezar en plan chulo y acabar siendo sumiso y confesando mi delito. En el
fondo era como si jugásemos nosotros dos solos, como si sus dos amigos no estuvieran
allí. Sus insultos, su fuerza física al agarrarme del cuello, los
apretones en las pelotas… no puedo decir que me excitaran sexualmente (yo
tenía sólo nueve años), pero me gustaban. Y él también parecía disfrutar al
sentirse "un hombre".


Otra situación que tengo muy grabada en mi recuerdo ocurrió
cuando yo tenía doce años y él catorce. Era una noche de verano. Dormíamos en
una litera, él arriba y yo abajo. Me desperté en plena no che muerto de sed. No
quería despertar a nadie, así que cogí una pequeña linterna que teníamos en la
mesilla de noche y fui a la cocina a beber. Cuando volví a la cama, vi que
David había apartado las sábanas y dormía boca arriba. Le iluminé con la
linterna. Sólo llevaba puestos unos ajustados calzoncillos de algodón amarillo
pálido (unos que fueron muy habituales hace años). Me acerqué al borde de la
cama y estudié con detalle su estómago mientras subía y bajaba, y especialmente
su ombligo, del que partía una fina hilera de pelillos que terminaban en el
elás tico del calzoncillo. Me atraía irresistible mente su paquete, que parecía
aún ma yor a la escasa luz de la linterna. Quería acariciarlo, sentir su calor,
descubrir lo que había dentro. Le exploré sin tocarle, ponderé su peso, el tacto
de su piel. Deseaba catarle.


De pronto suspiró, balbuceó algo y se giró hacia mí. Me asusté
y apagué la linterna, pero poco después volví a encenderla porque su respiración
era muy lenta, revelando lo pro fundo de su sueño. Me acerqué a su cara.
Le observé atentamente, mi rostro inclinado sobre el su yo. Tenía los
labios entreabiertos y rese cos, y me hubiera gustado lamerlos ara
humedecérselos. Acaricié el aire con la lengua y con los die tes, boqueando
besos imaginarios como un pez fuera del agua. Estudié su pelo desor denado, su
cuello, la nuez ya prominente, el huequecito de la clavícula, sus pezones
oscuros y rugo sos. Al girarse, también se había llevado una mano hacia el paquete.
A la vez que se lo agarraba, tiraba hacia abajo del calzoncillo y dejaba
ver una densa y oscura mata de vello púbico. No estaba empalmado, pero era
deseable y suave. Acerqué mi nariz al paquete y a su mano y aspiré un olor muy
excitante que entonces, con doce años, no supe identificar: el olor que te
queda después de ha certe una paja. Deseé tener visión de rayos X para verle la
polla, aunque el recato de su sueño en calzoncillos también me parecía
fascinante.


En ese momento el ruido del camión de la basura justo debajo
de nuestra ventana despertó a David, que, enfadado y tapándose los ojos, dijo:


- ¿Qué cojones estás haciendo?


- Es que… tenía sed y he ido a la cocina a beber agua.


- ¡Pues apaga la linterna de una puta vez y métete en la cama!

Y así terminó aque llo. Él era bastante irritable en aquellos
años (supongo que, como todos los adolescentes, odiaba a su hermano pequeño),
así que me pro metí a mí mismo que nunca más le espia ría de esa forma por miedo
a que descubriera lo que de verdad estaba haciendo y se lo dijera a mamá o a
papá.


Pero las promesas se hacen para des pués romperlas, y eso es
lo que ocurrió el verano siguiente, cuando fuimos a pa sar quince días a la casa
de los abuelos en el pueblo.


Lo recuerdo nítidamente. Mientras yo jugaba en el jardín en
la parte del fondo, un sonido inconfundible llamó mi atención. David esta ba
de pie, meando, distraído, sin percibir mi presencia. Me fijé en los grados de
su bronceado veraniego, dibujados por calzoncillos y pantalones cortos, que
señalaban franjas de un atractivo irresistible sobre sus piernas y conducían a
la blancura de su entre pierna, interrumpida por la mancha oscora de su vello
púbico. Cuando terminó, sacudió su polla durante más tiempo de lo normal. Me
quedé observando la escena; un estremecimiento me invadió. Su polla me parecía
enorme comparada con la mía (él tenía quince años y yo, con trece, era práctica
mente un niño; sólo hacía tres meses que me había cambiado la voz), y me hizo
sen tir por primera vez una sensación que nunca me abandonó.


Los días siguientes me dediqué a esperarle. Pasé muchas
horas encima de un árbol, en una espera tanto o más excitante que su resultado.
Me producía un intenso placer la sola posibilidad que se repitiera la escena,
y sospecho que él lo adivinaba. Le deseaba. Sabía que ese deseo me colocaba
para siempre en un lugar diferente del resto del mundo, que era un pasaje
directo al infierno de los pecadores, pero quedarme sin eso me parecía el
propio infierno.


Desde entonces han pasado diez años y muchas cosas: el curro
en la factoría de coches, las primeras maquetas, el primer disco… Sigo "enganchado"
a mi hermano, pero intento superarlo para no volverme loco. La vida es
una serie de ges tos: una mirada, una caricia, una palabra…, y yo me he
convertido en una especie de ladrón. Le robo a David pequeños momentos: un día
le apreté contra mí en la moto; otro, dormimos juntos (sólo dormimos) en un
hotelucho de mala muerte. Y con eso normalmente me con formo, pero de vez en
cuando tengo un día, o una noche co mo hoy, en que todo parece volver a empezar
y no consigo quitármelo de la cabeza. ¡Dios! Tengo que dormir algo o mañana
estaré muerto.


De pronto oigo que la puerta se abre. Es mi hermano, que vuelve
de su fiestecita. Puedo distinguirle con la tenue luz que entra por la
ventana. Por su forma de andar me doy cuenta de que está un poco borracho.
Busca el cuarto de baño tanteando la pared, lo encuentra y enciende la luz.
Desde mi cama puedo ver todo lo que hace: se lava la cara para despejarse, se
mira en el espejo unos según dos, se vuelve hacia la taza y levanta la tapa.
¡Oh, Señor, por favor, que no cierre la puerta! Lentamente se desabrocha el
pantalón, lo baja ligeramente y se saca la polla. Las ganas de mear deben
habérsela puesto dura, así que tiene que inclinarse hacia delante y empujarla
hacia aba jo para no hacerlo fuera. Cierra los ojos y suspira aliviado. La meada
es larga, po tente. Yo estoy paralizado por la excitación y apenas me atrevo a
parpadear para no perderme un segundo del espectá culo. Por fin termina, pero se
queda en la misma postura: de pie, con los ojos ce rrados y agarrán dose la
polla. Pa sados unos segundos, empieza a meneár sela lentamente. Co ge un poco
de saliva con sus dedos, se humedece el glande y continúa. Yo también empiezo a
hacerme una paja mientras le miro. De repente se para y me mira pensativo.
Cierro rápidamente los ojos para hacerme el dormido, pero después me doy
cuenta de que él no puede verme por que la cama está en la parte oscura de la
habitación, no en la zona iluminada por la luz del cuarto de baño, así que los
abro de nuevo unos segúndos después. Entonces veo que se está abrochando los
pantalones. ¡Se acabó el espectáculo! Apaga la luz del cuarto de baño y se
dirige hacia mi cama.


- Jose, despierta, ten go que hablar contigo –y me zarandea
ligeramente. Yo me hago el dormido, pe ro como él sigue insistiendo, no me queda
más remedio que "despertarme".


- ¿Qué pasa? ¿Quie res contarme lo bien que te lo has montado
con esas dos tías? ¡Déjame en paz! Necesito dormir.


Él no acepta mi negativa, así que me quita la almohada y
empieza a atizarme con ella, como tantas veces hicimos cuando éramos niños.


- ¡Eh! ¿Qué haces? –le digo.


- ¡Pelea si eres hombre!


Yo aparto las sábanas y entro en el juego. Peleamos de broma,
se pone encima de mí en la cama y consigue sujetarme ambas manos contra la
almohada.


- Eres mi cautivo, mi prisionero –dice él, medio riéndose.
¡Si supiera hasta qué punto eso es cierto!


- Está bien, ¡qué cojones es eso tan importante que tienes
que decirme! –le digo, simulando un en fado que esconde mi curiosidad.


- Pues verás. Esas zorritas con las que me fui, al final resultaron
ser unas calientapollas. Después de ponerme cachondo con sus
tonterías, se rajaron cuando lle gó el momento de la verdad y se largaron a casa
asustadas, así que mira cómo estoy.


Como me tiene suje to por ambas manos, dirige una de ellas a
su paquete para que lo compruebe por mí mismo. Yo intento apartar la mano como
si hubiera tocado un cable eléctrico, pero él tiene más fuerza y me obliga a
sobarle. Sonríe, acerca su boca a mi oído y, con su voz grave que me taladra el
cerebro, dice:


- Necesito bajar a esta hija de puta o no podré pegar ojo en
toda la noche. Necesito que me hagas una mamada.


Yo me quedo petrificado. No necesito fingir mi sorpresa
porque es auténtica.


- ¿Por qué… piensas que quiero chupártela?


- Bueno, tú eres gay y yo soy sexy. ¿Qué más necesitamos?


- ¡Yo no soy gay!


- ¡Oh, vamos! ¿Es que crees que no me he dado cuenta de cómo
miras a los tíos? ¿De cómo me miras a mí? Sí, sí, no pongas esa cara. Sé que te
gusto, y lo entiendo, porque estoy bueno.


Supongo que es difícil ser humilde cuando tienes un pedazo de
polla como el suyo. Debería ceder y chupársela de una vez, pero me resisto como
si temiera una trampa en su tentadora oferta.


- ¡Pues no lo haré!


Él me sujeta de nuevo las manos contra la almohada y se burla
de mí.


- ¿Y qué vas a hacer? ¿Chivarte a mamita? "Mamá, David
quiere que le chupe la polla". ¿O tal vez al viejo? "Papá, papá, que David
quiere follarme". Seguro que él me bajaría los pantalones y me daría una buena
azotaina en el culo con el cinturón. Eso te excitaría, ¿verdad, maricón?


Sé que el insulto es parte del juego, así que no lo tomo en
serio. Él sigue frotándose contra mí y, como la serpiente ofreciendo la fruta
prohibida, me susurra al oído:


- ¿A qué vienen tantos melindres? Tú también estás
empalmado.


Para cerciorarse, me suelta una mano y me soba la polla por
encima del pijama.


- ¡Vaya, vaya! Se nota que somos hermanos. Algún día
tendremos que medírnosla para ver quién la tiene más grande.


- ¡Basta ya! Me rindo. Haré lo que quieras.


Con la mano que me ha dejado libre, intento hacercarle a mí
para besarle, pero se aparta.


- No, nada de besos en la boca. Los besos te los guardas
para tu novio.


- No tengo novio –confieso avergonzado.


- ¿De verdad? ¡No te estarás reservando para mí!


- Pues… –No se lo puedo decir. Sería una locura–. Conozco a
alguien, pero él no me quiere. Yo debería renunciar porque sé que con él no
tengo posibilidades; sería lo más sensato, pero no soy sensato.


- ¡Pobrecíto, nadie te quiere! Pero aquí está tu hermano
mayor para consolarte y para que te olvides de ese cabrón que te hace sufrir. Y
basta ya de hablar. Demasiada cháchara para un polvo.


Así que se pone de pie y tira de mí para que yo también me
levante. Se nota que sus movimientos todavía están influidos por el alcohol.
Empieza a desabrocharse el pantalón, pero le detengo. Quiero hacerlo todo yo.


Me acerco a él, paso la mano por los bolsillos traseros y
por la costura de los tejanos y aprieto mi muslo contra su entrepierna para
sentir su polla empalmada. Me gustaría sacársela ya, pero no me atrevo a ir tan
deprisa. Él se deja hacer. Excitado, se restriega contra mí con tanta fuerza
que, si sigue así, se correrá inmediatamente, vestido y todo. Levanto la parte
inferior de su camiseta y la deslizo sobre el estómago duro y musculoso. Es una
camiseta muy ceñida y me limito a enrollarla bajo las axilas. Me aprendo de
nuevo su cuerpo porque mis recuerdos se han quedado anticuados. Tiene un
cuerpo magnífico, duro. Se le nota, se nos nota a ambos, los años de trabajo
duro en la factoría. Quisiera no empalmarme para poder seguir contemplando con
calma este paisaje único. Lo recorro minuciosamente: le chupo el cuello, los
hombros, las tetillas. Tiene unas tetillas bonitas, con los pezones pequeños,
duros y protuberantes, sin na da de vello. Retuerzo suavemente sus pezones y
luego, mirándole a los ojos con apasionamiento, le me-to mano al paquete, le
bajo la bragueta, le manoseo un poco. Se nota que no está acostumbrado. Unos
dedos masculinos bajo la ropa constituyen para él una sensación nueva.


Desciendo al ombligo, se lo beso, le lamo los pelos de
alrededor. Me encanta su ombligo, un botón duro. Llego a las caderas y a los
muslos. Le desabrocho el pantalón y se lo bajo. Al ver cómo el sucinto
calzoncillo azul retiene su polla, casi me siento enfermo de deseo; se la
acaricio y beso a través del suave algodón. Mientras yo hago todo esto, él
permanece quieto, con los brazos separados de los costados e impasible, como un
niño en el consultorio del médico, o una persona a la que toman medidas para un
traje. No hace gesto alguno hacia mí. Está serio, parece reacio a bajar la
vista para mirar cómo su polla entra en la boca de otro hombre. Quiero que esté
completamente relajado, que disfrute sin pensar que es su hermano el que se la
está chupando. Así que pronuncio las cuatro palabras mágicas que funcionan con
cualquier hombre:


- ¡Tío, la tienes enorme!


Él sonríe satisfecho, pero sigue con la mirada perdida en el
vacío; sé que no es a mí a quien desea. En alguna parte, allá fuera, está la
chica que él ama, pero ahora se contenta con esto. Siento que me estoy
beneficiando de una pasión acumulada y destinada a otra persona, pero que
ahora se desborda y me salpica.


Le descalzo, le quito los pantalones y termino de sacarle la
camiseta, pero le dejo puesto el calzoncillo. Su polla tiesa muestra su
contorno a través del algodón estirado. Yo me quito el pijama rápidamente
mientras le miro las piernas, donde todavía tiene las señales del bronceado
veraniego. Ahora estamos los dos en calzoncillos, restregando nuestras pollas
duras a través de esa fina tela de algodón. Deslizo una mano por sus nalgas,
pero él se sobresalta, así que la retiro inmediatamente. Le paso la mano por el
pecho. El corazón le late con fuerza; noto toda la tensión en su postura rígida.
Empieza a tirar de sus calzoncillos, impaciente por quitárselos. Mis labios
descienden hacia el elástico, lo levanto con un dedo y lo bajo unos
centímetros, descubriendo el vello púbico. Por encima asoma su polla oscura, el
prepucio estrecho, bajo el cual aparece un glande más oscuro todavía. Por fin
le desnudo del todo. Quedo fascinado al verle en cueros por su manera de llevar
la polla y los huevos. ¡Cuántas veces he soñado con esta polla! Meto la lengua
en todos los pliegues, chupo los huevos, lamo los muslos, le olfateo como un
perro. Reconocería este olor entre un millón.


Y finalmente la polla. La miro, la toco, la manoseo, la
engullo. La sopeso en mi lengua, noto su cabeza roma contra el velo del
paladar, empujando hacia mi garganta. Él me acaricia el pelo mientras empiezo a
mamársela. Le trato con suavidad, acariciándole, dándole cautelosos
mordisquitos gatunos. Y él empieza a responder, al principio emitiendo leves
murmullos de placer, pero después repitiendo frases que habrá aprendido de
películas porno americanas mal dobladas:


- Así –susurra–, chupa esa polla, sí, trágatela entera,
siéntela en tu boca. Te gusta mi enorme polla, ¿verdad?


Es como estar chupándosela a Jeff Stryker… y eso me excita
aún más. Me gustaría alargarlo eterna-mente, pero a la vez quiero que se corra
ya, así que empiezo a hacerle una paja mientras tengo la boca abierta a un
centímetro de su polla para recibir su descarga. De pronto él me sujeta la mano
y exclama:


- ¡No, para, para!


- ¿Qué pasa? ¿Te estoy haciendo daño?


- No, no es eso.


Me agarra por las axilas, me hace levantar, me mira con
lujuria y dice:


- No quiero correrme todavía. Quiero follarte.


Le miro sorprendido y le pregunto:


- ¿Has follado alguna vez a otro tío?


- No, pero he follado con una tía… por detrás.


- ¿Ah, sí?


- Ajá.


- ¿Y te gustó?


- Bueno… –Hizo una mueca–. Me lo pasé bien y todo eso, pero
luego… da un poco de asco pensarlo. Ya sabes lo que quiero decir, ¿no?


- Pues hazlo y no lo pienses.


Entonces comienzan las sorpresas. Los dos estamos de pie, yo
todavía con los calzoncillos puestos. Se coloca detrás de mí y me abraza. Al
principio me da miedo. Pienso que una vez que empiece, le sofocarán, le
asustarán mis necesidades sin límites, y se alejará de mí con una risita de
desprecio. Después veo que no he tenido en cuenta su propia curiosidad: lo que
él busca es diversión, una experiencia, un disparate. Y quizás le excita el
poder que tiene sobre mí, porque ha descubierto que es mi puto amo.


Ahora soy yo el que se deja hacer. Se pega a mi espalda, noto
su polla presionando en mi culo a través del calzoncillo, me soba el paquete,
me mete su lengua en la oreja, me muerde el cuello y frota su fino bigote y su
áspera perilla contra él. Si no me estuviera sujetando con su abrazo, me caería
al suelo, derretido de puro placer.


Me quita el calzoncillo y empieza a curiosear en mi culo. Me
lo he afeitado hace poco, así que es de una suavidad cremosa. Él se da cuenta y,
sorprendido, me susurra al oído:


- ¡Mmmmm! Me gusta. Quiero meter mi polla en este culito
ahora mismo.


Me agarra y me lleva a la cama. Hay unos minutos iniciales de
refriega bastante apasionada mientras nos familiarizamos mutua-mente con las
querencias del otro. Al final me coloco boca arriba, con los pies oscilando por
encima de su cabeza. Su polla parece gruesa y amenazante entre mis muslos, con
su glande empujando bajo mis huevos. Estamos tan excitados que ninguno de los
dos echa de menos un lubricante. Un dedo… dos dedos… y ya la tengo dentro.
Siento la necesidad de mirarle a la cara y de leer lo que está haciendo en sus
muecas de placer y en sus gritos sofocados, en la mezcla inmediata de
agradecimiento y repulsión cuando me mete la polla hasta los huevos. Levanto
una mano temblorosa para acariciarle el pecho y los pezones, duros como
tachuelas. Estoy loco de amor.


Mientras se instaura la cadencia regular de la penetración,
me parece percibir en su mirada un deseo de castigarme, de darme mi merecido;
pero sólo es un momento, porque enseguida veo el placer estirarse dentro de él.
Me está follando como un soldado que hace flexiones: diez, veinte, cincuenta…
No hay más que el mete y saca de su polla en mi culo. Está sin fuerza, sin
aliento. Tiene el pecho y la cara bañados en sudor: salpica como un pugilista,
el pelo empapado le cae por la frente. Me mira sin verme. Veo en su cara que no
es en mí en quien piensa.


Ya casi estamos acabando. Sin querer, sale de mí por un
momento. Quiere metérmela otra vez, pero le arrebato la polla de la mano
("Déjame a mí") y la junto con la mía, iniciando una paja frenética. La
sensación al empuñar las dos pollas a la vez es increíble. "¡Me corro!", le
aviso. Él apenas puede hablar por la excitación y el cansancio, pero por su cara
y su respiración entrecortada sé que también está a punto. Dos chorros
simultáneos de esperma inundan mi cara y mi pecho, y un segundo después él se me
echa encima completamente exhausto.


Le abrazo mientras le beso castamente en la mejilla. Noto
su respiración agitada y caliente en mi oreja; el latido acelerado de su corazón
contra el mío. Le acaricio la espalda mientras restregamos nuestros cuerpos
húmedos de sudor y esperma y nos estremecemos con los últimos coletazos del
orgasmo.


¿Alguna vez has salido a gatas de la cama, agotado después de
echar un polvo tan intenso que te obligó a confesarte: "Si muriese ahora,
moriría feliz"? Así me siento yo en este momento. Y creo que para él tampoco ha
sido un simple polvo de fin de semana.


Pasan unos minutos en los que ninguno de los dos dice nada.
Finalmente, él se gira, me desmonta y se tumba a mi lado, nuestras cabezas
juntas en la almo-hada. Intento no ponerme pesadito, no abrumarle con mis
arrumacos. Extiendo, como por descuido, un brazo sobre su vientre cálido. Me
gustaría abrazarle, apoyar mi cabeza en su pecho, pero en lugar de eso le
observo. Tiene los ojos cerrados, aunque no puede estar dormido ya porque el
corazón le late muy fuerte. Abre los ojos, se vuelve hacia mí y sus manos se
deslizan bajo mi cuerpo. Me abraza y yo me aferro a él más todavía. Susurrando,
me pregunta:


- ¿Estás bien, hermanito? No me habré pasado de la raya,
¿verdad?


Yo me siento tan feliz que no puedo contestar. Una sonrisa y
una palmada cómplice en su brazo sirven como respuesta. Le paso una mano por
el cuerpo y entre las piernas. Está su dado y pringoso, igual que yo, así que
acepta mi proposición de ducharnos juntos.


Yo abro el grifo de la bañera y pongo el tapón mientras él
busca el gel de baño y una esponja. Nos metemos y cambio el mando del grifo
para mojarnos con la ducha. Después lo cambio de nuevo para que la bañera siga
llenándose. Él coge la esponja para enjabonarse, pero le digo: "No, sin
esponja. Déjame a mí". Sonríe y la tira al suelo. Echo una buena cantidad de
gel en mis manos y le enjabono primero los hombros, la espalda y el culo.
Después le giro y repito la operación en el pecho, el estómago, la polla y
los huevos. Su cuerpo es tan apetecible que me gustaría comérselo a
mordiscos. Se contonea con la polla y el culo enjabonados. Está empalmado otra
vez, y yo también. Él propone una partida de nabo de hierro, polla contra polla:
gana el que consiga doblar la polla del otro. Por supuesto, gana él.


Le miro con adoración. Pienso: No debo decirle "Te quiero",
aunque ésas son las únicas palabras que me vienen a la mente. Él sonríe.


- David, quiero pedirte algo –le digo.


- Follarme no –dice él rápidamente. ¿Por qué todos los
heteros dan por des contado que queremos darles por culo?


- No, eso no. Lo que me gustaría es… besarte.


- ¡Besarme! –Se echó a reír–. Claro, por supuesto. Como
premio por habérmelo hecho pasar tan bien.


Con la mano izquierda le froto despacio la base del cuello.
Su pelo parece cortado al cero, fino y erizado en la nuca. Le paso una y otra
vez mis dedos incrédulos por la cara y por el cuello, le beso los párpados, la
nariz… Me acerco más a él, a su cuerpo cálido y fuerte. Me enjabono frotándome
contra él. Nuestras pollas chocan como dos arietes, se restriegan una con
otra. Le recorro la mandíbula con mi lengua y se la introduzco en la oreja.
Después me voy a su boca. Chupo sus labios. Le beso la boca, los ojos cerrados,
le muerdo las orejas, se las chupo. Hace tanto tiempo que deseaba besarle, que
me aferro a él y meto mi lengua hasta el fondo de su garganta; la retiro
entonces y le muerdo los labios. Él no puede resistirse, está asombrado, no
puede continuar impasible. Noto que las yemas de sus dedos se posan tímidamente
en mi estómago y poco después me tocan la polla. La menea unas cuantas veces de
forma inexperta, como si nunca le hubiera hecho una paja a otro tío.


- Mejor cada uno la suya –le digo.


Y mientras seguimos besándonos con los ojos cerra dos,
empezamos a hacernos una paja. Primero muy lentamente, deleitándonos en el
suave y húmedo roce de pollas, cuerpos y lenguas; después, inevitablemente más
rápido, confundiendo en nuestro pensamiento pollas y lenguas, como si el beso
fuera en realidad una mamada. Al final nuestra respiración es tan agitada que
tenemos que dejar de besarnos para que coger aire. Cuando noto que me voy a
correr, abro los ojos y le pido en un susurro: "¡Mírame, mírame por favor!" Él
lo hace y, mientras nos corremos, yo no puedo evitar un "Te quiero" casi
inaudible que se mezcla con su gemido de placer.


Agotados, nos sentamos en la bañera, que ya está llena. Al
principio el agua parece demasiado caliente, pero pronto nos acostumbramos. La
ligera sensación de ingravidez en brazos y piernas que produce tenerlos bajo
el agua es fantástica, muy relajante. Yo estoy detrás de él, abrazándole. Él
está echado hacia atrás, apoyando su cabeza en mi hombro, con los ojos
cerrados. Es todo mío. Al cabo de unos minutos de silencio, mientras le
acaricio los pezones, le digo:


- Besas bien.


- Eso me dicen.


- ¿Quiénes? ¿Las chicas?


- Sí.


- ¿Cómo beso yo comparado con ellas?


- No lo haces mal.


- ¿Y qué tal la chupo?


- Distinto. Mejor. Con más… entusiasmo.


Después de un nuevo silencio, le pregunto:


- ¿Quién fue la primera persona con la que te acostaste?


Pausa.


- No lo sé… ¿Podrías precisar qué entiendes por "acostarse
con alguien"? ¿Quieres saber a quién se la metí primero? ¿Cuántos centímetros
tuve que metérsela para que entre en la categoría de "acostarse con alguien"?


- ¡Dios, qué complicado eres! La primera persona a quien se
la metiste toda…, la chica. ¿Fue una chica?


Él se enfada.


- ¿Tienes la energía suficiente para preguntarme una cosa
así a las cinco de la mañana? Primero me someterás a un interrogatorio
agotador, después tendrás pesadillas y por la mañana estarás de mal humor; y
luego soñarás despierto con toda clase de fantasías sexuales. ¿Es eso lo que
quieres? ¿Y sentir celos de lo que he hecho y de con quién lo he hecho?


- Sólo era una pregunta… Tenía curiosidad, nada más
–respondo, avergonzado por su reprimenda.


Dicen que conseguir lo que siempre has deseado es el
principio del fin, y empiezo a pensar que es cierto. Intento adivinar si
volveremos a hacerlo o si lo haremos sólo una vez más o si lo haremos mil
veces; si esto también ha significado algo para él o sólo ha sido un
pasatiempo. Así que no puedo evitar hacerle una última pregunta:


- Lo que hemos hecho esta noche, ¿volveremos a hacerlo?
Necesito saber si puedo esperar.


- ¡Joder, tío! Lo hemos hecho y ya está. No te pongas
sentimental. Es sólo sexo.


Enfadado, destapa la bañera tirando de la cadeníta con un
pie. El nivel del agua baja rápidamente, haciendo que lo que antes era calor e
ingravidez se convierta en frío y pesadez. Me siento fatal. Él intenta
levantarse, pero se lo impido abrazándole con fuerza.


- ¡No te vayas! ¡Perdóname, David, por favor! –le suplico.


- ¡Suelta, coño! ¡Que sueltes, te digo!


Él se escapa de mí sin que pueda evitarlo. Cierro los ojos
con desesperación.


- ¡Jose, Jose! –me llama y me zarandea.


Abro los ojos.


Le miro desconcertado. Está de pie, vestido, inclinado sobre
mí. Sostiene la al-mohada que acaba de quitarme, la que yo tenía abrazada.
Tengo frío por-que ha abierto la ventana y yo estoy en calzoncillos,
desarropado encima de la cama. Me habla de nuevo, y en su aliento y su voz
noto que está un poco borracho.


- Jose, despierta, tengo que hablar contigo..







Arda Turan.. Durum, Kebab, Lahmacun..pollón futbolero