Es posible que lo del ministro Montoro y la subida de salarios haya puesto de mal humor a más de uno, pero si no han agotado su capacidad de indignarse, préstenle un poco de atención a las imágenes de hoy en Lampedusa.
A los líderes europeos e italianos, a Durao Barroso, a Letta y compañía, les han recibido los vecinos con pancartas y al grito de "asesinos", pero lo que llama más la atención es el contraste entre esa tierra seca, con alambradas y con decenas de ataúdes en el muelle y de repente una caravana de coches oficiales, coches de alta gama naturalmente que en las inmediaciones del Palacio Real o de la Casa Blanca puedan formar parte del paisaje habitual pero que en ese escenario, chirrían de una manera atroz, ofensiva.
Igual es por esto que han tardado tanto en viajar a Lampedusa, porque había que llevar primero los coches. En fin, alguien dirá que este es un detalle menor y que hacemos demagogia. Pero en política, como en todo, el diablo está precisamente en los pequeños detalles.
Y si no vivieran en esa especie de urna donde te suele confinar el poder sabrían que llevarse una flota de cochazos a la capital de la desesperación no es la mejor forma de dar ejemplo ni de hacer amigos.
Carles Francino
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