domingo, 23 de junio de 2013

Mi compañero de piso Erasmus




El año pasado, por septiembre, empecé mi 6º año de carrera, en Valencia. Ya por fin estaba en el último curso de mi titulación. Estas fechas en la ciudad son bastante duras hace demasiado calor y la humedad hace que la urbe se convierta en una inmensa sauna. Aun así era mejor que en Julio cuando salir a la calle a por el pan se convertía en una prueba de supervivencia.

Por suerte cogí el coche bastante temprano esa mañana y me evité las horas de más sol, volvía de verano a mi piso compartido en la parte universitaria. Lo compartía con 3 chicos más, aunque dos de ellas se irían después de los exámenes de recuperación. Así que me tocaría a mí, por no tener ninguna obligación más, buscar a los nuevos compañeros. Bueno decidí que si iba a encontrarlos yo serían como yo quisiera.

Creo que me debería presentar un poco. Me llamo Ángel, tengo 24 años (23 al principio de este relato), soy alto, 1.82, pelo castaño corto, ojos marrones, bastante normalito, barba de una semana...

He de decir que yo por aquel entonces me consideraba hetero, si bien había tenido alguna curiosidad por los chicos pero nunca la llevé a la práctica, suponía que era cosa de las hormonas de adolescencia.

Nuestro piso está bastante nuevo, el propietario lo ha estado cuidando durante mucho tiempo y la verdad es que está genial. Todas las habitaciones son espaciosas, tiene un sofá de cuero comodísimo y dos sillones más. Hay dos baños pero uno de ellos está dentro de la habitación de mi compañero Raúl, que tiene habitación de matrimonio y el otro lo compartíamos los otros 3. 

Así que cuando se pasó el calorazo, a eso de las 8, me dediqué a pegar carteles por media ciudad. A ver si encontraba a alguien majo para el piso. Pensando qué era lo que quería puse “preferentemente Erasmus” así por lo menos practicaría inglés. Después de dos días de niñas pijas quejicas y de niñatos malcriados que no iban a limpiar (Es que se les ve a la legua) me llamó un chico alemán. Me costó un poco entenderle pero vino a ver el piso al día siguiente con un amigo. 

Con el que había hablado, Daniel (pronunciado Dániel), era un chico bastante alto (1,96), rubio ojos marrones, piel un poco morena (para ser alemán) y de complexión parecía bastante fuerte pero tampoco reparé en ese momento. Su amigo, Kazim, era un chico un poco más bajo que yo (1.78-1.80) era moreno de piel, ojos negros, parecía un poco árabe. Su constitución era bastante delgada. Los dos parecían bastante educados y tranquilos, después de enseñarles las habitaciones y hablar un poco congeniamos lo suficiente para que vinieran al piso. 

Así empezamos los 4 a vivir juntos, Raúl, también conocido como El Marqués (porque su habitación era la más grande y porque era un poco señorito); Daniel, Kazim y yo. Los primeros 3 meses fueron bastante amistosos, yo al tener bastante tiempo les hacía de guía y les ayudaba un poco en todo. Kazim y Daniel eran los dos de la misma ciudad en Alemania, solo que los padres del primero eran libaneses que habían emigrado al país germano en los 70. Eran un poco inseparables, iban juntos a clase, al gimnasio (donde pasaban una gran parte del tiempo libre), salían de fiesta juntos y la verdad es que creo que los dos triunfaban bastante porque muchas veces se oía que no llegaban solos. Por las noches llegaban después del gimnasio, recién duchados, se ponían algo para estar cómodos en casa y se preparaban como medio quilo de pollo para cada uno en una barra de pan, luego se tiraban al sofá a ver la tele o con el ordenador hasta la hora de dormir. He de decir que comían como bestias. 

Los momentos del baño eran ajetreados por la mañana, Daniel y yo nos necesitábamos el baño sobre la misma hora y siempre nos cruzábamos, hasta que un día yo empecé a ducharme mientras él se afeitaba y se peinaba. La verdad es que entonces me empecé a dar cuenta de que el chico estaba muy bien y los músculos eran más grandes de lo que aparentaban a simple vista. Tenía un pecho ancho con grandes pectorales cada uno con su pequeño pezoncito, unos abdominales muy definidos (sixpack completo) y unos brazos y hombros bastante gruesos. Tenía vello rubio en el pecho y una hilerita que bajaba por su vientre hasta desaparecer tras su pantaloncito de dormir. Vamos que el chico tenía un cuerpazo. Yo no sé por qué no podía parar de mirarlo mientras entraba en la ducha. Pero cuando finalmente entré me dije que no sería nada, solo curiosidad por que no había visto muchos cuerpos tan bien definidos como ese.


Daniel era una persona bastante amigable y con el paso del tiempo empezó a ganar confianza para comenzar a tener más contacto conmigo, empezó con la tontería de palmaditas, en el hombro, en el brazo, etc. Pero un día cuando llegaron yo estaba cocinando un curry de pollo, verduras y jengibre (normalmente cocino como para 4 comidas, después congelo y ya lo tengo para llevarlo a la universidad), y sin decir nada, Daniel vino por detrás me puso los brazos alrededor de mis hombros, hundiendo su cabeza al lado de mi cuello y me dijo: 

–Yo no quiere cocinar, tengo hambre– con un tono un poco triste, para darme lastima. 

–Eso ole bueno– Yo me puse nervioso, no sabía por qué, pero notaba su calor alrededor mío, su olor, noté como me ponía rojo. 

- ¿Quieres que haga más arroz y cenáis conmigo?- El corazón me iba a mil, ¿qué me estaba pasando? Su aliento al lado de mi oreja, me ponía más nervioso. -Vale, por favor- me dijo mientras me soltaba lentamente como si estuviese muy cansado y sonreía. Podía volver a respirar, decidí que en vez de congelar, hoy compartiría la cena. Arrasaron con mi comida. Pensaba que habría suficiente pero después de ración y media cada uno aun sacaron helado y se lo comieron de postre. 

A partir de ese día Daniel empezó a pedirme más cosas, al principio casi con pena con abrazos (la verdad es que se volvió muy cariñoso conmigo) y yo cedía, pero al final con un poco de cara. 

 –¿Ángel, me llevo al centro, por favor? – 

 –¿Qué hay de cena? – 

 –¿Traeme una servesa, sí? 

– Siempre me sonreía y me daba las gracias. Cuando entraba en el baño el me daba un cachete en el culo y me guiñaba un ojo. Y se reía si yo me ponía rojo, aunque ya me estaba acostumbrando. Casi siempre acababa cocinando para los tres. Kazim era igual de amable y simpático pero no necesitaba tanto contacto continuo conmigo. Después de cenar nos tirábamos los tres en el sofá. 



El día que mi mente empezó a alarmarse fue el que, follando con Sara, ella me dio una buena palmada en el culo justo cuando me estaba casi en el punto de no retorno y me corrí pensando que me follaba a Daniel, y lo hice como hacía mucho que no me corría. Entonces empecé a pensar que tenía un problema, pero yo ante todo, era hetero. 

Después de Navidad, la vida con Daniel parecía la de una pareja, entraba en mi cuarto sin llamar a la puerta, se tiraba en mi cama y entonces me pedía que le hiciera la cena, o me preguntaba alguna chorrada de su clase de español. La verdad es que se notaba que le gustaba controlarme y yo me dejaba. Mis sentimientos seguían un poco confundidos y Sara y yo no pasábamos por el mejor de los momentos. Así que continuaba cediendo a los caprichos del germano. 




Los días que Sara venía a mi casa, Daniel desaparecía de mi vista como por arte de magia. Empecé a pensar si yo también tenía influencia en él, pero pronto lo descarté porque él era hetero, o eso pensaba yo. Delante el uno del otro nos desnudábamos, incluso había llegado a verlo desnudo entero y la verdad es que el chico tenía un culo perfecto, incluso son dos hoyuelitos a los lados y cubierto de fino vello rubio. Pero lo que llamaba la atención era el badajo que le colgaba entre las piernas, una polla de unos 13-14cm en reposo, gruesa y con un prepucio que tan solo le dejaba ver la puntita del glande y con una buena cantidad de vello púbico rubio. Yo esos días entraba en la ducha bastante rápido para que no se notara que la polla se me estaba poniendo dura. Pero aun así yo me aseguraba que todo lo que sentía por este chico era amistad. Lo tenía que ser, él era hetero y yo… bueno yo no lo tenía muy claro. 



Finalmente al final del primer cuatrimestre (en febrero) salimos por ahí de fiesta los 4 compañeros del piso. Fuimos a un pub bastante frecuentado por Erasmus. Lo pasamos bien pero bebimos un poco demasiado. Daniel se pasó la mitad de la noche con su brazo encima del hombro, incluso uno de sus amigos de la uni nos dijo que hacíamos buena pareja medio en broma, pero Daniel dijo: 

 –No no, él es mi hermano español– y me dio un beso en la mejilla, cosa que confundió. ¿Cómo que su hermano?¿Eso es todo lo que era para este chico?¿Y por qué le daba por darme besos ahora? Sería el alcohol. Noté como una desilusión crecía en mí. ¿Por qué me estaba desilusionando, si este chico no era mi pareja ni nada? Daniel lo notó, pero todo lo que hizo fue comprar un par de cervezas más. Durante la noche un par de chicas se nos acercaron pero la verdad es que Daniel pasó de ellas. Y siguió conmigo toda la noche. 

Al volver a casa los 3, ya que Kazim se había perdido en algún momento de la noche, se cree que detrás de una rubia, El Marqués se fue a dormir y Daniel vino a mi cuarto: 

 –Tengo hambreee– decía mientras se sentaba en mi silla del escritorio y yo me ponía un pantalón corto de pijama. –Pues lo tienes crudo hoy, campeón, hay cereales y leche si quieres– mientras me metía debajo del edredón y le daba la espalda, estaba bastante borracho y no me daba cuenta de que tal vez mes estaba tirando los trastos. Él no sintiéndose vencido entró en mi cama, abrazándome por detrás. Noté que no llevaba pantalones, solo unos boxers pegados. Me empecé a poner nervioso y él se empezó a ponerse más cerca de mí, pegando todo su cuerpo al mío, notando su pecho en mi espalda y su paquete bien pegado a mi culo. 

 –Por favor, y yo tengo algo de comida para tú– mis ojos se abrieron como platos. Y noté un latigazo que dio su polla. No podía ser lo que me estaba pensando. Quería dormir pero el calentón pudo más que yo. 

 –¿Qué me vas a preparar de comer, tú a mí? – dije por ver dónde conducía. Noté como su polla empezaba a reaccionar, la mía se puso dura en un momento, pese al alcohol. 

 –Una cosa que tu miras siempre pero no cogías–Otro latigazo más de su polla en mi culo. La mía estaba como una roca. 

 –Pero ¿y si yo no quiero comer nada? 

 –Podes tocar, todo lo que quieras– me vio dudar y me dijo –Tú eres amigo especial – mientras me acariciaba el vientre con una mano y me daba un beso en la nuca. 

Yo me giré, lo miré a los ojos, ya no podía más, empecé a acariciarle el vientre, los pectorales y los brazos. Bajé mi cabeza y le besé los pezones. No sabía lo que hacía, estaba nervioso, mis manos corrían más que mi mente y estaba tan borracho. Él se tumbó boca arriba y se dejó hacer. Mi boca lo recorrió desde el pecho hacia abajo, mi lengua recorría cada uno de sus definidos músculos, mis labios y mis dientes acompañaban, dejando un rastro de besos y mordiscos pequeños. Su olor a hombre limpio y su calor me hacían sentir bien, me hacían sentir como en casa. Empecé a bajar por sus abdominales. Todos recibieron un beso y un lametón mientras bajaba. Llegué al ombligo donde un pequeño remolino de vello rubio concentraba. Y metí mi lengua mientras mis manos recorrían sus brazos gruesos y fuertes. 

Finalmente llegué a la goma de su bóxer. Ahí es cuando me di cuenta que lo que estaba haciendo. Me paré, estaba confundido y tenía un poco de miedo. Pero él se bajó el boxer y me dijo 

 –¿Quieres probar? – me dio tanta confianza con su sonrisa de niño tonto, que no lo dudé y empecé a besarle el vello púbico. Entonces me di cuenta de que su polla ahora mismo era un mástil ancho de carne de unos 19-20cm duros (mucho más que la mía), calientes que desprendía un olor suave a hombre, limpio, pero a hombre. Bajé besando por su ingle, llegando a sus huevos, que casi eran de grandes como de gallina y envueltos en pelos rubios. Empecé a lamerlos y a besarlos, mientras una de mis manos masajeaba lentamente su polla. Me dediqué a darle el mayor placer que podía. Su olor y su sabor me embriagaban, eran masculinos pero sin ser fuertes. 

Daniel empezó a gemir muy bajito. Y yo empecé a subir por su tronco duro, poco a poco, disfrutando de este momento de intimidad que tenía con mi amigo, notando como su polla latía. Hasta llegar a la cabeza y meterla en mi boca. Su sabor me gustó, era un poco fuerte pero su piel era tan suave y caliente que me encantó tenerla en la boca. Yo sin saber muy bien que hacer empecé a mover mis labios y lengua chupando hasta la mitad de esa polla. Al parecer lo hacía bien porque Daniel no paraba de gemir y decía cosas como, 

 –Chupas muy bueno mmm– 

 –Me gusta tu boca– 

Con una mano masturbaba la parte que no me cabía en la boca y con la otra masajeaba sus huevos húmedos por mi saliva previa. Mi polla, encerrada en mi pantalón del pijama, todo lo que podía hacer era frotarse contra el colchón. Intentaba hacerle lo que me gusta que me hagan a mí en las mamadas, recorrer la cabeza con mi lengua, sacarla y dar algún golpecito en los labios, etc. Él tenía sus dos manos detrás de la nuca dejándose hacer. 

 –Estoy casi aquí– decía Daniel agitado, no sabía a qué se refería. –Casi aquí– entonces caí, pero decidí que me daba igual si se corría en mi boca. Así que seguí chupando hasta que con un gruñido y un gemido la polla se hinchó y se puso más dura consiguiendo que el alemán vaciara unos 6 chorros de densa leche. Su sabor me sorprendió por suave y salado, me gustó, más de lo que quería admitir, me hizo sentir que estaba haciendo algo bueno. Me lo tragué y me quedé con la cabeza de la polla de Daniel en mi boca acabando de limpiarla con mi lengua y notando como acababa de palpitar. 

 –Eso estuvo bueno, gracias– dijo– pero me traes cereales si? – Sin pensar mucho de lo que acababa de pasar, porque iba ebrio, me incorporé y fui a la cocina. Mientras él comía yo estaba sentado en la silla del escritorio viendo como engullía las cucharadas de cereales y me masajeaba mi excitado miembro. Después de comer en mi cama, me volvió a dar las gracias y se fue a su habitación, como si no hubiera pasado nada. Yo me tumbé en la cama, mi cerebro tenía demasiado alcohol para procesar lo que estaba pasando. Metí mi mano en mi pantalón, me lo bajé y apenas tocándome empecé a correrme sobre las sabanas. Me quedé dormido pensando en lo que acababa de ocurrir. Sí que podía estar confundido pero me había gustado, sin duda. 

Al día siguiente, me levanté al mediodía. La resaca golpeaba mi cabeza sin piedad, me sentía un poco mal por lo de ayer (aunque también es porque la resaca te hace arrepentirte de cualquier cosa, falta de B12 dicen que es). Kazim llegaba a casa mientras hacia la comida, efectivamente con la ropa de ayer. Diciendo un simple “hola” se metió en su cuarto y no salió en el resto del día. 

Daniel apareció al olor de mis espagueti carbonara, como si nada hubiera pasado me abrazó y me preguntó 

–¿Eso es para mi también? – ¿Vamos a jugar ese juego?¿No ha pasado nada? pensaba yo. 

 –Sí, tengo que mantener a los niños que no saben cocinar– dije como si fuera un gran esfuerzo poner un puñado más de espagueti. Él se limitó a reir y a darme un beso en hombro. Eso derritió todo arrepentimiento que había, me ponía mucho mi compañero de piso, qué le íbamos a hacer. Creo que a partir de ese momento fue cuando me consideré bisexual. 

Comimos prácticamente en silencio, viendo la tele. Después de comer lo dejé limpiando los platos y mientras yo me daba una ducha. Cuando él entró yo salí del baño y me fui a mi habitación. Él se duchó para posteriormente venir a mi habitación. Había tensión, se podía sentir, pero era más que nada porque mi cabeza aun me dolía y no sabía cómo abordar el tema, tampoco sabía cómo se lo habría tomado él, aunque él siempre parecía feliz. Entró sin llamar a la puerta como siempre, y vistiendo únicamente un pantalón corto que utilizaba para dormir. 

Yo estaba en la cama, acostado boca arriba leyendo un poco. Sin mediar palabra pero con una sonrisa en la boca se subió encima de mí, con una rodilla a cada lado de mi cuerpo, descansando su culo encima de mi paquete. Mi polla dio un latigazo y él lo notó y sonrió. Empezó a subir por mi cuerpo poco a poco, hablando de tonterías, yo hacía como si seguía leyendo pero no podía pensar en nada más que en su polla acercándose. Al final acabó con una rodilla en cada una de mis axilas y se pasó el elástico del pantalón por debajo de sus testículos dejando todo órgano a la vista. Su olor volvió a invadir mi nariz, volvía a caer en él, volvía a dejarme llevar. Finalmente tiré el libro y cogí su polla con la mano. 

Hoy podía verla mejor. Gruesa, notaba como palpitaba en mi mano e iba creciendo, latiendo, vi como pesadamente se iba hinchando. Sus dos testículos encerrados en un saco de piel un poco más oscura que el resto del cuerpo y rodeados de suaves pelos rubios. Casi me parecía arte. Sin decir nada, se inclinó lo suficiente para que la punta de su morcillona polla entrara en contacto con mi boca. Le di un beso, lento, con mis labios y lengua, notando como reaccionaba a mis caricias con latidos e hinchándose. Finalmente hizo un poco más de presión entró en mi boca. Esta vez mi mente estaba clara. Me gustaba esto. Su sabor y su olor se sentían bien. Empecé esta segunda mamada lentamente, con cariño, explorando ahora todo lo que me apetecía. Apreciando del líquido que salía del ojo de aquella bestia ciclópea. Él sólo gemía. 

Al cabo de unos minutos empezó a mover las caderas. Haciendo que su polla entrara y saliera, follándome suavemente la boca. Forzando algunas veces un poco mi límite hasta que unos 13-14 cm estaban dentro pero sin llegar a provocarme arcadas fuertes, solo algún reflejo. La sacaba de mi boca y dejaba sus testículos en mi boca para que los lamiera. Yo con una de mis manos me masturbaba mientras que la otra me ayudaba en la mamada, sujetando su polla por la base. 

Finalmente acelerando un poco el ritmo de la mamada por ambas partes Daniel se corrió entre gemidos, en mi boca. Mientras los chorros de semen chocaban contra mi paladar yo llegué al orgasmo llenando mi camiseta de semen. El alemán se quedó un rato ahí, disfrutando de la sensación de ser lamido después de correrse notando como su polla daba las últimas pulsaciones y mi lengua recogía todos los restos de leche avariciosamente. 


Desde el momento que su corrida tocó mi boca supe que todo estaba bien, que todo lo demás daba igual, si era bisexual, estaba bien, si era heterosexual con atracción por las pollas también y si sólo me gustaba la de mi amigo también estaría bien. Decidí no pensarlo más. 

–¿Te gusta? – dijo recuperando aun la respiración 

–No lo sé, creo que sí– Mentira, me encantaba, pero no quería parecer muy desesperado. 

–A mí me gusta mucho tu boca– dijo con una sonrisa de oreja a oreja. 

Después de eso, me quité la camiseta cuando él se quitó de encima para posteriormente meternos los dos debajo de mi edredón y quedarnos dormidos. 

A partir de ahí, mi compañero de piso incluyó alguna mamada a sus ya numerosas peticiones pero continuaré la historia más adelante. ;)


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