jueves, 19 de marzo de 2015

Papi papi, papi chulo...

papi papi ven a mi


Es de noche, invierno. Mi cuerpo desnudo yace boca abajo, tapado por la sábana y la manta. Siento una respiración cerca mío. Se oye el chasquido de una lengua. Percibo una presencia cerca de mi parte trasera. De pronto, una lengua ajena recorre, con avidez, mi culo, mientras mis nalgas son tomadas y separadas suavemente por dos manos expertas. La lengua recorre hacia arriba y hacia abajo, hacia adentro y hacia afuera, circunda mi agujero. Exhalo un leve gemido de placer. La boca ajena me besa el ano.
Se oye el ruido de un frasco. Un dedo entra en mi culo, doliendo al principio, cada vez menos. Al entrar, me masajea por dentro. Nuevamente exhalo quejas y placeres. Oigo rasgarse un envoltorio de preservativo, percibo un movimiento de desenfundar. Recibo un último beso en la cola.
Y después, el pinchazo. La vacuna. El injerto. La invasión. Ese mismo sutil dolor, que de pronto se transforma en placer. Ese mismo cuerpo ajeno, que se va adentrando en mí, ignorando la resistencia que opone el mío. Suavemente, con determinación. Hasta donde pueda llegar. Se oye un suspiro de alivio, de placer.
Miro al espejo. Mi padre y yo nos miramos. Nuevamente, él yace arriba mío, dentro mío. Su cuerpo aplasta al mío contra la cama, y lo protege también. Yo lo recibo, soy su anfitrión. Nos sonreímos, y empieza el bombeo. Lentamente, pero con nitidez. Avanza y retrocede dentro de mi cuerpo. El mete-saca. Como las olas del mar, que van y vienen sobre la arena. Observo sus movimientos, su deslizarse el pecho sobre mi espalda. Su recorrerme la cara la nuca. Su pelvis acercándose y alejándose de la mía. Su culo, libre, no amarrado a nada, moviéndose en el aire con absoluta libertad. El mío, en cambio, atado a la cama, no con cuerdas, sino a su pelvis. Me quedo quieto, recibo, espero, respondo. Cada avance me exhala un gemido de placer, cada retroceso una espera. Él propone, yo respondo. Él pone, yo recibo.

Abajo y a la espera de que algo pase. Acelera, cambiamos de posición. Cuando estoy particularmente entusiasmado, lo cabalgo, lo miro a la cara, lo beso, le salto encima. Y luego volvemos al principio, abajo y de espaldas. Él sigue trabajando, acelera, pierde un poco el control y explota en mí, relajándose y soltando su esperma (del que vengo yo) en mi culo (del cual no podrá venir nadie). Comienza a retirarse. Se tumba en la cama, cumplió su cometido. Como deferencia, comienza a masturbarme muy rápidamente. Yo exploto en un chorro salvaje, que se esparce en la cama y en la sábana (siempre olvidamos traer una toalla o papel higiénico). Relajados, nos abrazamos y dormimos.

A la mañana siguiente, se repetirá de nuevo la acción. Si la tarde está muy fría para salir, otra vez. A la noche, volveré a mi casa materna. El miércoles vuelvo a la casa de mi padre (antes iba los jueves, pero no aguantábamos cuatro días sin eso). En la semana todo es más rápido. Jueves a la mañana, una paja rápida. Y hasta el sábado a la tarde. Normalmente paseamos, vamos al cine, vemos vidrieras, cenamos. Nos aguantamos, conscientemente, retardando el momento A las once de la noche, aún en plena calle, ya estamos erectos. Que la peli termine pronto. El frío no ayuda. A la una o dos volvemos a la casa, y sin preámbulos casi, mi culo desnudo recibe un lengüetazo, y todo al comienzo...

Mi padre me coge tres o cuatro veces por semana. Si hacemos un calculo rápido, deben ser unas 25 las veces que entró en mí.

25-0. No es una competencia, es una mera estadística. Él parece disfrutarlo mucho, ¿por qué no podré yo también?





No hay comentarios: