sábado, 12 de abril de 2014

Las estrellas del fútbol adoran el sexo anal, empotradores futboleros




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Pique missed Puyol who didn’t miss him?

Las estrellas de fútbol son unos adoradores del sexo anal. Les complace sodomizar y ser sodomizados. Para ellos el sexo oscuro es la última frontera, es el premio de consolación, es la consumación de la victoria, es el secreto del campo de los héroes.

No se confundan. La penetración entre los atletas del olimpo futbolístico es lo contrario a la mariconería, lo opuesto al amaneramiento. No es un juego de nenas, no es flirteo de sarasas. Para la élite del fútbol la penetración es un combate entre iguales en un reino, uno de los pocos, en el que un gay aún se le sigue llamando maricón.

Ustedes no lo comprenderán. Quizás no se lo crean. Pero es que ustedes no son estrellas de fútbol. No saben lo que cuesta llegar a lo más alto.

Ustedes no saben lo que es no haber tenido infancia. No haber disfrutado de la adolescencia. Haber pasado los mejores años de su vida curtiéndose en campos de tierra a base de codazos, empujones y zancadillas. Magullados a base de esguinces, cosidos a fracturas, con los mil dolores de las lesiones. No. No saben lo que es crecer viendo como las piernas se arquean y el corazón se endurece de tanto encajar los insultos y escupitajos que arrojan públicos enfurecidos, soportando la injusticia congénita de los árbitros, resignándose ante la indecisa parcialidad de entrenadores cambiantes, sufriendo la espantosa soledad del banquillo de los suplentes.

Cuando el consuelo es un largo viaje en autobús con el equipo, cuando la confianza se teje en habitaciones compartidas, cuando el desenfreno orgiástico de los goles se celebra con sinceros, profundos y masculinos abrazos, cuando el compañerismo es un cachete en la nuca, cuando la camaradería una palmada en el culo, cuando el beso es fraternal, cuando la victoria es un éxtasis de champagne que se fumiga a borbotones entre iguales, cuando las derrotas son lágrimas compartidas en vestuarios que huelen a reflex y a sudor… solo cuando se han vivido estas experiencias empieza a comprenderse como se forjan los empotradores.

No me hablen de sus rubias esposas, de las modelos y actrices con las que salen. No me vengan con sus chiquillos y sus familias. Eso no cuela. Su normalidad es teatro porque saben que cada uno de sus gestos es espiado, escrutado y juzgado. Son los dioses del estadio. Y son conscientes de ello.

Por eso se hacen pasar por gente corriente… de esa que firma autógrafos, es acosada por la prensa, adorada por los fanáticos, y perseguida allá donde quiere pasar desapercibida. Pueden parecer campechanos, pero los cristales de sus coches de gran cilindrada son tintados, y enormes son los auriculares que les separan del ruido de la calle. Es todo un espejismo de apariencias. Los futbolistas son personas que en la videoconsola juegan a ser la versión virtual de ellos mismos. ¿De qué falsa humildad estamos hablando?

Ustedes no conviven con los chicos de los anuncios. No contemplan sus cuerpos. No los admiran de cerca, anatomías privilegiadas talladas con sacrificio. No leen sus tatuajes. No templan sus falos. Ustedes no saben lo que pasa en un vestuario. No conocen la verdad. Al público le llega una glosa edulcorada de la versión oficial. La higiene y la lucha por la supervivencia entre campeones es terreno vedado.

Es en ese círculo acotado, en la órbita adonde nadie ajeno llega, donde se conjuga lo hercúleo con lo apolíneo. En la privacidad inter pares la carne del olimpo se humaniza y busca su semejante.

La desnudez de los atletas no busca caricias, cariño ni conversación. Como ocurre en el campo de juego, en la sodomia futbolística prima la dominación, la sumisión, el control, el resultado -desde que España gana, hay quien habla también de estilo. Pero el tiqui-taqua son los preliminares, una querencia de mansos

En la perpetua búsqueda del éxtasis de quien ya ha alcanzado la gloria la penetración ofrece el deleitoso desgarro entre ídolos, la unión mística con virginidades rotas, como si fueran las redes de una portería al que un balón arranca el incomparable sonido de un gol al besarlas.

No me pidan nombres. No quieran conocer los secretos de los divinos. Pero considérenlo, porque es bien cierto: Las estrellas de fútbol son unos adoradores del sexo anal. Les gusta sodomizar y ser sodomizados.

Las estrellas de fútbol adoran el sexo anal


Brasil, la la la la la la la laa,
la la la la la la la laa,
la la la la la la la laa
Brasil, Brasil...

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