viernes, 1 de septiembre de 2006
Una película reveladora
La tarde que vi la película de PASOLINI "Teorema", me reveló mi verdadera identidad sexual. Cuando llegué‚ a casa estaba verdaderamente excitado, nervioso y con la mente hecha un lío. Me había llenado de una "confusión" reveladora y a la vez me había despertado un deseo enorme de gustar del sexo, fuera el que fuese.
Mis padres se habían acostado ya y yo cené‚ solo (la cena estaba fría sobre la mesa de la cocina, pero aún apetitosa). Me retiré‚ a mi habitación que comparto con mi hermano Sergio (estaba haciendo la "mili" pero ahora gozaba de permiso). Me desnudé‚ como enfebrecido y me paseé‚ en "pelotas" por la habitación contemplándome en el espejo del armario y admiré‚ un poco narciso, al joven de 18 años que me miraba desafiante y erótico desde la fría luna. Casi deseaba que mi hermano se despertase y me preguntase qué estaba haciendo, pero su respiración pausada me indicaba que dormía profundamente, así que me metí en mi cama y las frías sábanas, limpias, recién cambiadas, me apaciguaron un tanto en mis ardores y me dormí.
Unos ruidos en la calle me despertaron. Gritos de borrachos peleándose con el sereno seguramente. Ya no me pude dormir de nuevo y me desvelé nervioso. A mi mente afluyeron de nuevo las imágenes de la película y en especial un pasaje en el que el joven hijo de la familia, también por la noche, siente curiosidad por el cuerpo sensual de su nuevo compañero de habitación.
Me levanté con cuidado, para no hacer ruido, y me acerqué a la cama de mi hermano. Deseaba verle desnudo. No le había visto nunca completamente desnudo ya que me llevaba cuatro años y hasta ahora no habíamos dormido en la misma habitación. Sergio dormía con los brazos cruzados bajo la nuca; las piernas separadas dejaban ver el pronunciado abultamiento de su intersección, cubierto sólo con la sábana hasta la cintura. Su pecho se levantaba rítmicamente y yo descubría la perfecta conformación de sus músculos. Cogí la sábana con ambas manos y la fui levantando poco a poco hasta retirarla del todo. Ante mí quedó el cuerpo de Sergio desnudo, deliciosamente ofrecido y con una gruesa polla tendida sobre el muslo izquierdo, espléndida aún en reposo; la mía comenzó a levantarse y endurecerse con su sola contemplación.
Respirando hondamente alargué la mano y tomé aquella soberbia obra de la naturaleza con infinita precaución y suavidad.
Estaba caliente y algo blanda pero al apretársela cerca de la raíz, en medio de los cojones, empezó a crecer por momentos. El glande dejó atrás la piel que medio lo cubría y yo empuñé el miembro por la parte superior y bajé la mano haciendo deslizar la piel a lo largo del bálano y, ante mis ávidos ojos brilló la hinchada cabeza partida de marcados rebordes, digno remate de una polla que tendría no menos de un palmo. Mi hermano seguía durmiendo.
Empecé a mover la mano arriba y abajo, con longitud, brincando a cada latido de su corazón y endureciéndose decididamente. Con la otra mano le sobé las tetillas que se pusieron puntiagudas. Era emocionante acariciarle el pecho y ya no me importaba que Sergio se despertase y me pegara un par de tortas; lo conseguido por mí bien las valía, pero él no daba señales de conciencia si bien su respiración ahora era afanosa indicando un estado de excitación. Lentamente me fui enganchando sobre su sexo y, con la boca abierta al máximo, la engullí con gran curiosidad y no menos emoción, cerrando mis labios alrededor del grueso tronco. Mi lengua se entretenía en el reborde del glande y un sabor algo salobre me enervó todavía más, unido al olor peculiar que se desprendía de su pubis.
Sergio se movió y yo aterrado me paré con su polla cogida en su parte inferior por mi mano y la superior metida en la boca, mientras mi otra mano estaba pellizcando un duro pezón.
¡ Una mano se hundió entre mi pelo y me empujó la cabeza sobre la verga medio tragada !
- ¡ Sigue hermaníto, sigue mamando y no pares! - oí decir a Sergio en voz baja, casi ronroneando como un gato.
¡Se había acabado el fingir, el tomar tantas precauciones, el temer su despertar! ¡Mi hermano me ofrecía su cuerpo! seguramente erotizado y excitado por mis caricias, y ya sin trabas ni perjuicios me subí a su cama sin soltar la inhiesta verga y continué la mamada esforzándome en descubrir cuales eran los movimientos que más le enervaran.
- ¡ Que me corro tío...!-casi gritó- ¡ No pares ahora ! ¡ Sigue, sigue ! -y, para impedirme una huida que estaba muy lejos de mi intención me empujó bravamente la cabeza a la vez que arqueaba todo su cuerpo y me endilgaba su polla hasta casi comerme sus cojones. Su polla se me introdujo casi hasta el esófago justo en el momento que se corría sin contención posible. Yo tragué y respiré como pude, sofocado y medio ahogado tanto por falta de aire como por su densa leche que sellaba los resquicios ( pocos por cierto ) que dejaba su gruesa polla en mi boca. Tardé bastante rato en reponerme y sosegarme; cuando lo hice ví a Sergio a mi lado tendido boca abajo abrazado a la almohada recobrándose de su explosión sexual. Yo no me había corrido y de nuevo tenía una erección de mil demonios, por lo que salté sobre su espalda y me metí entre sus muslos apretando mi polla contra sus nalgas y deseando correrme entre ellas.
- Eres un egoísta, Sergio, por poco me ahogas con tu leche
y me lo pagas dejándome "a dos velas" y con el rabo tieso -
le dije mientras me apretaba contra él.
- ¡ Jódete ! - me contestó riéndose.
- ¿ Que me joda ?- repetí indignado-.¡ Yo sí que te voy a joder !
Con gesto rápido me agarré la dura verga y le busqué el ano entre los gluteos. Ya no deseaba correrme simplemente sobre su culo sino dentro de él. Entre las gotas del claro líquido que afloran antes de correrse uno, la forma de mi glande todavía algo pequeño con relación al grueso de mi tronco y lo dilatado de su ano por el relajamiento de su anterior corrida, conseguí meter una buena porción de mi dura carne dentro de mi hermano el cual se encogió sobre sí mismo sorprendido por mi ataque pero antes de que se pudiera librar de mi polla intrusa, yo había logrado abrazarlo por debajo de su cuerpo y me apreté a fondo contra él. Noté perfectamente el dificultoso resbalar de mi verga dentro de su recto rebasando el esfínter hasta apretar con mis huevos la raíz de su polla y sus huevos que asomaban por detrás entre sus muslos.
Sergio quiso zafarse del “arma” que le hería mortalmente (en su dignidad de hetero), pero no pudo librarse de mi abrazo (lo cierto es que no atinó o no quiso atinar). Agarrado a él y volcado sobre su espalda sometiéndolo, le musité al oído:
· ¡Quieto macho, quieto... tómatelo con calma... no te esfuerces pues no voy a sacártela hasta que me haya corrido a gusto!
Lo cierto es que Sergio entre mis brazos se iba amoldando a mi cuerpo y respondiendo lúbricamente merced del “aguijón” que tenía metido.
Entre gemidos me dijo:
-Maricón, puto, pedazo de burro...cuando me libre te mato...te voy a ahogar con mi pooolllaaa... Oooh..., ¿pero qué “pedazo” me has metido so cabrón?, ¿de donde la has sacado...? me haces gozar de un modo que no lo había experimentado nunca...aaahhh es delicioso!...
Rotaba sus caderas debajo de mi cuerpo masajeando mi polla firmemente cogida entre sus músculos rectales y gimiendo de placer a cada achuchón mío.
En mis cojones germinó el orgasmo más excepcional de cuantos había sentido nunca y, loco de pasión, metía una y otra vez mi verga hinchada en el prieto culo haciéndole gritar de dolor y de placer al mismo tiempo, y logrando arrancarle otra corrida a la vez que mis exclusas se abrían y en largos chorros me vaciaba en sus entrañas. Me deje caer sobre Sergio. Cuando me recobré, todavía metido dentro de él, le besé tiernamente entre los omoplatos. Volví a dormirme pero esta vez satisfecho y contento por mi conquista.
Al día siguiente Sergio tenía en su cuerpo las huellas de la batalla sexual librada la víspera. Arañazos, mordeduras en los hombros y cuello, rojeces en el pecho y unas ojeras violáceas bajo sus ojos, señal inequívoca del estrago sexual sufrido a mis manos (bueno, también por mi boca y por mi polla).
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